jueves, 24 de julio de 2008

sobre "la imposibilidad de hacer arte superior" (no. 20)

alcancé, creo, la plenitud del empleo de la razón.
y es por eso que me voy a matar.

a modo de un libro de memorias
desordenadas, dispersas, con pocas fechas y muchos vacíos
tal cual es la memoria en sí
se va desdoblando

la educación del estoico.
el único manuscrito del barón de Teive
/heterónimo de Fernando Pessoa/

la decisión del suicidio está tomada
en una gaveta, el barón deja una serie de escritos/notas/aforismos/frases/párrafos
textos regidos bajo el signo de la vacuidad/vanidad
descendió sobre nosotros la más profunda y la
más mortal de las sequías de los siglos -la del
conocimiento íntimo de la vacuidad de todos los
esfuerzos y de la vanidad de todos los propósitos.
con esta afirmación inicial
el barón de Teive se escribe a sí mismo en la página
no para dar cuenta de su vida
sino para explicar por qué nunca logró escribir las obras que no escribió

alcancé la saciedad de la nada, la plenitud de ninguna cosa [...]
nada puede ya transformar mi vida. si... si... sí,
pero se es siempre una cosa que no aconteció, y si no aconteció,
¿para qué suponer lo que sería si fuese?
y esta incapacidad
asumida absolutamente
manifiesta en aspectos ulteriores a la escritura
es la que tiñe las palabras sus palabras con la brutal arrogancia de quien sabe que su mayor orgullo es no tener más nada que perder

pongo fin a una vida que me pareció poder contener todas las grandezas,
y no vi contener sino la incapacidad de quererlas.
si tuve certezas, siempre recuerdo que todos los locos las tuvieron mayores.
tengo todas las condiciones para ser feliz,
salvo la felicidad.

son pocas las anécdotas/muchas las reflexiones
a través de las cuales se configura el pensamiento de un hombre tan resuelto como el barón de Teive
pensamiento asumido como superior
superioridad como causa de su muerte

desde que existe inteligencia,
toda la vida es imposible.
el sueño, cuando demasiado vívido o familiar, se vuelve
una nueva realidad; tiraniza como ella; deja de ser refugio [...]
repudié el sueño como un vicio de colegial o de loco. pero
repudié también la realidad o antes, ella me repudió, no sé
por qué -por incompetencia, o por desaliento, o por incomprensión.
no serví para ninguno de los dos modos de gozar
-ni para el placer de lo real, ni para el placer de lo supuesto.

desdeñando hasta el más mínimo hálito de cualquier cosa que no sea razón
el barón llena su vida breve de una vacuidad plena
de una esperanza sin esperas

no es el dolor moral el que me lleva a matarme;
es la vacuidad moral en que el dolor se asienta.

como nada hice de mi vida, no tengo de qué acordarme
con nostalgia [...] nunca tuve nostalgias. no hay época
de mi vida que no recuerde con sinsabor. en todas fui el
mismo -el que perdió el juego o desmereció de la poca
victoria. tuve sí, esperanzas, porque todo es tener
esperanzas o es muerte.

para llegar al punto donde su orgullo cae tan bajo
que se erige en el punto más alto de su pensamiento

mi orgullo, sin embargo, nunca soportó que yo me
permitiese menos de lo que mi inteligencia podía hacer [...]
sólo toma parte en la vida real del mundo quien tiene
más voluntad que inteligencia, o más impulsividad que razón.

y el barón de Teive no se admite como un romántico
ni como ser humano
ni como esos hombres que hacen de propia tragedia
impulso de la tragedia universal:
tales actitudes no tienen cabida en una inteligencia como la suya
pero
sin embargo
vuelve la contradicción a hacerse en su alma

cuánto no bajaría yo frente a mí, y, en justicia,
delante de todo y de todos, si dijese ahora que
la primavera es triste, que las flores sufren, que
los ríos gimen tristezas, que en la propia canción
de los campesinos hay angustia y ansia, ¿por qué?
-¡porque álvaro coelho de athayde, décimocuarto
barón de teive
descubrió con pena que no puede escribir los libros que quiere!

hay pena, pero al igual que la muerte
es una pena asumida
circunscribo a mí la tragedia que es mía.
la sufro, pero la sufro cara a cara, sin
metafísica ni sociología.

me confieso vencido por la vida, aunque no me confieso abatido por ella.

y una derrota siempre victoriosa

confesándome vencido, me instituyo vencedor.

citas tomadas de "la educación del estoico", fernando pessoa, emecé, 2002.

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