viernes, 18 de diciembre de 2009

palabras (no. 41)


nunca hubiera leído el libro de haberlo encontrado en cualquier estante de librería.

nunca un título tan trillado, tan puesto de moda en tiempos recientes, me hubiera invitado a la lectura por el solo hecho de que, en general, me parece implicar una serie de connotaciones que me resultan vacías, vulgares, en ningún sentido sugerentes:

putas asesinas
de roberto bolaño

sin embargo, lo que hay en él es todo lo contrario.

el libro llegó a mí en una noche de "ritual de purificación" espontánea, súbita, que yo no imaginaba al llegar a esa casa.

la lluvia contribuía a crear un ambiente de limpieza que, en muchos sentidos, parecía tener la consigna de concluir con aquella ceremonia improvisada antes del amanecer.

el camión de la basura ya se había llevado un buen tanto de libros, papeles, revistas, pero aún había mucho más: la casa se había convertido en un pequeño caos-laberinto de palabras impresas condenadas al exilio, bien porque ya no decían nada, porque habían caducado o porque sencillamente eran palabras no deseadas, traicioneras simplonas del sentido.

las rutas posibles se complicaban porque junto a las palabras destinadas a la desaparición, estaban también las otras: las que todavía palpitan y respiran con esa vitalidad que eriza la piel, arrastra al llanto o resquebraja en un solo segundo los cimientos de nuestras montañas interiores.

a estas últimas corresponden las palabras de putas asesinas que, con un trazo sutil pero definido, dibujan la cotidianidad improbable de cada historia marcada profundamente por rastros autobiográficos, por un pesimismo áspero y el signo fatal de un mal presagio.

son historias en apariencia triviales, que poco a poco se van desdoblando, hasta llegar al clímax de la existencia a través de personajes no tan peculiares como entrañables en su sinceridad.
acapulco, irapuato, bélgica, francia, alemania, chile, barcelona, cualquier rincón olvidado en el norte de méxico, dejan de ser puntos en los mapas para convertirse en expresión y síntesis de lo humano que se mira de frente y logra sostener[se] la mirada

aquí debería acabar el relato, pero la vida es un poco más dura que literatura

y por lo tanto el relato no acabará nunca.


cargadas de una violencia terrible, de ésa que se gesta dulcemente y con paciencia, las historias de putas asesinas van del encuentro casual a la historia increíble (el ojo silva), del relato fantástico, entre la necrofilia y la empatía entre dos seres (el retorno), a la creación de ambientes saturados del pesar humano, de los fantasmas del pasado, las obsesiones, el aburrimiento o la resignación (el dentista, vagabundo en francia y bélgica, últimos atardeceres en la tierra, gómez palacios)

hay en ellos la fijación por lo que como humanos nos atormenta y que algunas veces han dado en llamar locura o relacionan con el suicidio, pero que apela más a una forma de mirar y ser en esta vorágine llamada vida

a veces lo cotidiano se va transformando para dar espacio a la superstición (buba), a la construcción de perfiles humanos que parecen llenarse de una vitalidad avasalladora (prefiguración de lalo cura) o que sencillamente describen posibles rutas para suspender una profunda soledad y búsqueda del calor de una cierta desmesura

por fin llegué al punto que habría de explicar mi incomodidad primera:

las mujeres son putas asesinas, Max,
son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte
desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad,
llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir.

las palabras -otra vez, siempre- las palabras,
de las que me apropié aquel día: las vacías y las poderosas,
ésas que quedan palpitando sin poder ser pronunciadas,
ésas que erizan la piel y el llanto,
ésas que derrumban de un solo golpe todo lo que creemos ser.


Bolaño, Roberto. Putas asesinas. Barcelona: Anagrama, 2001
Imagen: Escher