empezando por nuestros deseos.
principio del deseo: cómo empezamos a desear
deseamos lo que vemos todos los días, sin más
sin menos
en manuel puig el deseo se reformula a razón de otra constante:
la legitimidad del deseo volcado en los sentidos
en la memoria del cuerpo/de la piel
la memoria del tacto/de las sensaciones
la memoria del eterno deseo/de la siempre espera
dueña de casa:
en esta luz dorada, de las cuatro de la tarde, la que no deja olvidar. estábamos aquí mismo esperando
en "bajo un manto de estrellas"/pieza en dos actos
los personajes carecen de nombres propios
porque ellos no importan
lo único que importa son sus deseos y el pasado: un accidente, la muerte
son el dueño y la dueña de la casa,
esperando la llegada de la sirvienta que acaban de contratar,
esperando el cumplimiento de un secreto íntimo que sólo ellos conocen
esperando la llegada de su hija que ha salido al campo,
la hija adoptiva/adoptada,
enamorada/enamoradiza que se pierde a la mitad de sus delirios
en el laberinto de un solo deseo que dé sentido a su vida:
hija:
[...] era la primera vez que yo lo veía, pero tuve la sensación exacta de que ya antes lo había encontrado, y perdido, y que era eso lo que me había agitado siempre la existencia, como un mar encrespado por la luna
deseamos lo que no tenemos
la pérdida de la no-posesión nos estremece en lo cotidiano
sorprendentemente
en las cosas sencillas
la memoria de la hija, es una cosa sencilla que viene a detonar las alucinaciones familiares tan a flor de piel
tan ansiosas por surgir y plantarse en medio de la elegante sala de la casa de campo estilo post-art-nouveau y pre-art-déco
ella confiesa como si fuera algo vivido a plena conciencia
hija:
[...] en la oscuridad cerré los ojos y vi un lago, de un líquido azul claro que siempre había querido... ¿beber? ¿o flotar en él? un azul brillante, con ribetes más brillantes todavía. o era una piedra preciosa la que veía, una enorme agua marina, dentro de la cual yo nadaba. entonces él, que estaba perdido, cambió de voz, de pronto parecía contento, y me dijo que lo siguiera, porque había otro lugar mejor todavía, y no me lo podía imaginar. yo conocía el mundo entero, que era esa piedra preciosa, pero él me dijo que me estaba olvidando de algo, de los paisajes que había dentro de mí, montañas oscuras de odios, selvas de dolor donde se infiltran rayos de luz, como dudas, y otra vez el lago, pero ahora está dentro de mí, y tiene que ser otro quien se sumerja, dentro de mí, para apreciar la frescura del agua.
el novio la ha dejado para comprometerse con otra chica
y ella recuerda aquel primer encuentro
donde ya sabía que lo había perdido
pero la sublime confesión se ve interrumpida por la llegada
¿inesperada?
de el y la visitante
pareja vestida extrañamente con un atuendo de los años 20's
y en cuyas figuras habrían de ser reencarnados los deseos de cada miembro de la familia:
en la dueña de la casa, la espera eterna del amante evasivo
dueña de casa:
[...] mi miedo mayor ahora es que el infierno sea eso, esperarte eternamente sin que llegues jamás...
el abandono de su único amor verdadero
una añoranza por recuperar, al menos, la ilusión de que algo en ella continuaba vivo
aunque sólo fuera la sensación más mímina de estar todavía viva
dueña de casa:
[...] siempre me dio miedo esta hora, la muerte del día. porque no es cierto que el sol siempre vuelve a despuntar, las cosas algún día mueren.
[...]
era la primera vez que yo te veía, pero tuve la sensación de que ya antes te había encontrado, y perdido.
los recuerdos de la dueña de casa y su hija adoptiva
empiezan a mezclarse en el juego perverso y dulce de los recuerdos entrañables
porque no importa quién ha amado sino la sensación de haberlo hecho
sensación compartida y volátil
arraigada a la imaginación/idealización del objeto añorado
resbaladizo/engañoso/inasible
como nuestros deseos
el visitante:
[...] porque... la verdad -por esta vez- pude haber escapado a tu imaginación.
y ese escaparse es recordar
es dejarse vencer por lo que nos empeñamos en creer que es verdadero
y en olvidar aquello que pudiera opacar la ilusión de la que somos esclavos a voluntad
hija:
no... al entrar tú por esa puerta me olvidé de muchas cosas.
lo que era entes bello para mí, dejó de serlo, si no está de algún modo ligado a ti.
los personajes cambian
son asesinados
desaparecen
nada importa
porque siempre regresan representando otro papel
con otra ropa, pero con el mismo poder del deseo impreso en la mirada
con el único objetivo de reactivar la memoria corporal del otro
del que vive en la medida en que desea e idealiza
médico:
eso me temía, a mí siempre me imaginan mejor de lo que soy.
las cosas nunca vuelven a ser las mismas una vez que las hemos querido devorar
siempre hay un querer-más
aunque nunca se haya tenido nada
siempre permanece, después de todo, la espera
dueño de casa:
un ama de casa, con un secreto íntimo, siempre esperando que se repitiese el milagro.
la espera y la legitimidad de nuestros deseos.
citas tomadas de: "bajo un manto de estrellas" de manuel puig, seix barral, 1983.
imagen: "adán y eva" de tamara de lempicka.
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