viernes, 18 de diciembre de 2009

palabras (no. 41)


nunca hubiera leído el libro de haberlo encontrado en cualquier estante de librería.

nunca un título tan trillado, tan puesto de moda en tiempos recientes, me hubiera invitado a la lectura por el solo hecho de que, en general, me parece implicar una serie de connotaciones que me resultan vacías, vulgares, en ningún sentido sugerentes:

putas asesinas
de roberto bolaño

sin embargo, lo que hay en él es todo lo contrario.

el libro llegó a mí en una noche de "ritual de purificación" espontánea, súbita, que yo no imaginaba al llegar a esa casa.

la lluvia contribuía a crear un ambiente de limpieza que, en muchos sentidos, parecía tener la consigna de concluir con aquella ceremonia improvisada antes del amanecer.

el camión de la basura ya se había llevado un buen tanto de libros, papeles, revistas, pero aún había mucho más: la casa se había convertido en un pequeño caos-laberinto de palabras impresas condenadas al exilio, bien porque ya no decían nada, porque habían caducado o porque sencillamente eran palabras no deseadas, traicioneras simplonas del sentido.

las rutas posibles se complicaban porque junto a las palabras destinadas a la desaparición, estaban también las otras: las que todavía palpitan y respiran con esa vitalidad que eriza la piel, arrastra al llanto o resquebraja en un solo segundo los cimientos de nuestras montañas interiores.

a estas últimas corresponden las palabras de putas asesinas que, con un trazo sutil pero definido, dibujan la cotidianidad improbable de cada historia marcada profundamente por rastros autobiográficos, por un pesimismo áspero y el signo fatal de un mal presagio.

son historias en apariencia triviales, que poco a poco se van desdoblando, hasta llegar al clímax de la existencia a través de personajes no tan peculiares como entrañables en su sinceridad.
acapulco, irapuato, bélgica, francia, alemania, chile, barcelona, cualquier rincón olvidado en el norte de méxico, dejan de ser puntos en los mapas para convertirse en expresión y síntesis de lo humano que se mira de frente y logra sostener[se] la mirada

aquí debería acabar el relato, pero la vida es un poco más dura que literatura

y por lo tanto el relato no acabará nunca.


cargadas de una violencia terrible, de ésa que se gesta dulcemente y con paciencia, las historias de putas asesinas van del encuentro casual a la historia increíble (el ojo silva), del relato fantástico, entre la necrofilia y la empatía entre dos seres (el retorno), a la creación de ambientes saturados del pesar humano, de los fantasmas del pasado, las obsesiones, el aburrimiento o la resignación (el dentista, vagabundo en francia y bélgica, últimos atardeceres en la tierra, gómez palacios)

hay en ellos la fijación por lo que como humanos nos atormenta y que algunas veces han dado en llamar locura o relacionan con el suicidio, pero que apela más a una forma de mirar y ser en esta vorágine llamada vida

a veces lo cotidiano se va transformando para dar espacio a la superstición (buba), a la construcción de perfiles humanos que parecen llenarse de una vitalidad avasalladora (prefiguración de lalo cura) o que sencillamente describen posibles rutas para suspender una profunda soledad y búsqueda del calor de una cierta desmesura

por fin llegué al punto que habría de explicar mi incomodidad primera:

las mujeres son putas asesinas, Max,
son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte
desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad,
llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir.

las palabras -otra vez, siempre- las palabras,
de las que me apropié aquel día: las vacías y las poderosas,
ésas que quedan palpitando sin poder ser pronunciadas,
ésas que erizan la piel y el llanto,
ésas que derrumban de un solo golpe todo lo que creemos ser.


Bolaño, Roberto. Putas asesinas. Barcelona: Anagrama, 2001
Imagen: Escher

domingo, 8 de noviembre de 2009

"para habitar la tierra por el lado de la piel" (no. 40)

sólo olvidamos, y de habernos olvidado viene la raíz del asombro
segundo libro de crónicas
antónio lobo antunes

ahora recuerdo que era una tarde lluviosa y amarillenta. una luz pálida y húmeda se filtraba por las ventanas del café de una librería. yo esperaba simplemente, sin poder dejar de mirar la tarde. de pronto llegó compartiendo su más reciente hallazgo: unas hojas diminutas, envainadas, que al contacto con el agua hacían ¡plop!
las sacó de su bolsa, las colocó en un plato, a falta de agua las ensalivó y, efectivamente, hicieron ¡plop!
también me compartió una piedra abrazada sin remedio a una concha marina y las palabras a las que ahora vuelvo con todo el asombro:
segundo libro de crónicas
de antónio lobo antunes

más que la referencia bíblica, llamó mi atención el acento en "antónio" y la fotografía de la portada: la imagen en blanco y negro de una calle curva, empedrada, con dos líneas para el tranvía, fachadas de casas viejas al fondo y una pareja de espaldas caminando calle abajo.
imagen por demás sencilla, pero hermosa: sencilla en su hermosura/hermosa en su sencillez, al igual que todas las cosas que fui encontrando en cada crónica

***
soy una obsesiva de las cosas, de los nombres, de la memoria,
de la memoria cuando recuerda el nombre de las cosas o las cosas sin un nombre,
de las cosas pequeñas, de los detalles, del olvido y de los asombros.
quizás por eso mi fascinación sigue vigente, porque las cosas puestas en juego en el segundo libro de crónicas tienen el matiz de lo entrañable.
no hay historias extraordinarias ni personajes sublimes, no hay tensiones ni intrigas ni desenlaces, no hay finales felices, más bien no hay finales, sólo puntos de partida, líneas de fuga que sinuosamente nos llevan a perdernos en un laberinto de deseos, nostalgias, palabras, recuerdos de infancia, figuras desconocidas que reconocemos desde lejos porque, sin habernos visto antes, nos hablan y nos cuentan sobre esas pequeñas cosas:
me armo de paciencia y, no obstante, a veces las cosas hieren, hay ideas que entran en nosotros como espinas. no se pueden quitar con una pinza: se quedan ahí. entonces la cara empieza a estropearse y
dicen
envejecemos
***
cada crónica se erige como un recuerdo que todavía no llegamos a evocar, pero que sabemos nuestro, de alguna manera inexplicable, porque hay nombres familiares que acuden de inmediato al leer que
parece que hubiera, en las mujeres de la familia,
como unas ganas de llorar. no de tristeza, claro,
sino del hecho de que exista para siempre,
dentro de ellas, una caracola conmovida

porque también recordamos numerosas expresiones que atraviesan siglos para luchar con los agujeritos tapados de los saleros; porque reconocemos una felicidad ahí donde las paredes del corazón eran tan finas que se podía escuchar del otro lado; porque también nos sabemos vulnerables y admitimos nuestras pérdidas y nos damos cuenta de que igualmente estamos hechos de cardos y que hay palabras que dejamos secar dentro de nosotros o que las ha secado la vida.

***
no es sólo el recuerdo, es también el asombro y la fascinación
es la historia del noruego que nunca había visto un rosal y al mostrárselo se sorprendió de que un arbusto diese fuego
es convenir en que ahí donde haya certidumbres el arte es imposible
es volver sobre los pasos, sobre las letras, sobre las páginas y pensar si en verdad será imposible escribir sin contradicción, tortura, vehemencia, remordimiento y esa especie de furia indignada de las zarzas ardientes que lanza a las emociones unas frente a otras en una exaltación perpetua
es evocar aquellos nombres siempre presentes, siempre abrazables, de quienes son nuestros volcanes de camaradería exigente y limplia, islas fraternas de rigurosa ternura, refugios de piedra suave donde aplacar la inquietud de la fiebre, personas que nos reconcilian con la noche más oscura del alma de la que escribía Scott, por traernos de ella vestigios de la mañana
es esbozar la media sonrisa ante la idea de que la muerte se perdona
te perdono porque no eras sólo Poeta.
eras Poesía, y por eso te respeto y admiro [...]
es la primera vez que me juegas una mala pasada,
y la primera vez se disculpa siempre. no obstante,
te lo advierto: no se te ocurra volver a morirte.
y ahora, que se acabaron las amenazas,
dame el abrazo de costumbre y vámonos.
***
me parece que el segundo libro de crónicas implica sobre todo la posibilidad de sacar lo necesario para habitar la tierra por el lado de la piel, lejos del otro lado, de ese feo solar de lo que ignoramos: escombros como patria, como huesos, como los amargos cadáveres de la envidia
es aventurarnos a la fragilidad para pedir asilo cuando sea necesario, para solicitar una palabra, un recuerdo o una sola sonrisa a cambio de un único instante:
tú, a quien no conozco o imagino que no conozco, ayúdame a quedarme.
ocupo poco espacio, casi no hago ruido, nunca grito, no molesto a nadie.
llévame contigo y ayúdame a quedarme. tengo llana la ternura aunque con nudos.
como tus uñas son más largas que las mías, hazme el favor, desátame.
manos impregnadas de nubes, suaves sus huesos como la leche, despaciosos, certeros.
es bueno nacer en el instante en que el aire es más frío que el agua.
lo he traído en el bolsillo para ti.
***
en su bolsillo estaban las hojitas envainadas que hacían ¡plop! al contacto con el agua, también la piedra abrazada irremediablemente a una concha marina que, horas después, mi torpeza separó en un segundo, sin darme cuenta (no importa, dijo, saldrán ángeles); en el libro que entonces me dio estaban, entre muchas otras, algunas de las palabras que consigno aquí...
desde esa tarde lluviosa y amarillenta han pasado algunos años, no muchos ni pocos, sólo algunos
de esa tarde lluviosa y amarillenta me queda una levedad de ángeles y el recuerdo de que no necesitábamos decirnos muchas cosas para decirnos muchas cosas

citas tomadas de: Lobo Antunes, António. Segundo libro de crónicas. Barcelona: Mondadori: 2004.
imagen: "muchacha asomada a la ventana". Salvador Dalí



domingo, 27 de septiembre de 2009

una historia de seda-deseada (no. 39)


de vez en cuando, en los días de viento, bajaba hasta el lago, y pasaba horas, mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida.

la vida leve de Hervé Joncour también es una historia, mezcla de amor y música blanca

cuando no se tiene un nombre para decir las cosas,
entonces se utilizan historias. así funciona. desde hace siglos

desde hace siglos que no sabemos decir las cosas o es que hay cosas indecibles imponiéndonos la obligación de hacer historias

el nombre sencillo de esta historia, mezcla de amor y música blanca, es
Seda
de Alessandro Baricco
y lo indecible en ella se bosqueja siguiendo los recorridos de Hervé Joncour, quien compraba y vendía gusanos de seda
tenía treinta y dos años.
compraba y vendía.
gusanos de seda.

***
la historia de Hervé Joncour se entrelaza sutilmente, en cuadros breves que se deslizan en cada uno de nuestros sentidos, como seda entre los dedos, como esa seda que es

como tener la nada entre los dedos

decía que era una historia mezcla de amor y música blanca. quizás fui imprecisa.
más bien, podría ser una historia de seda-deseada.
de viajes al japón y regresos a un pueblecillo francés productor de seda.
de lo difícil que es resistir la tentación de volver. siempre volver.
del silencio que nos impone la vida con sus vueltas cuando nos deja sin absolutamente nada más que decir.
del fin del mundo que creemos invisible hasta que lo miramos de frente y en silencio
y, quizás también, del amor que a veces es como una especie de triste danza, secreta e impotente

***
Seda, también es una historia de los sutiles estragos que deja la movilidad.
las idas y venidas a un mundo otro que nos regresa al nuestro, pero siempre distintos,
irreversiblemente.
así, Hervé Joncour o Hara Kei -su "socio" en el Japón- transitaban de un cambio a otro, como si fuesen
un hilo de oro que corría recto en la trama de una alfombra tejida por un loco

asistían en cada una de sus entrevistas anuales a la proximidad del fin del mundo,
invisible,
donde no queda ya nada hermoso en el mundo
donde Hervé Joncour miró también hombres armados y niños que no lloraban.
vio los rostros mudos que tiene la gente cuando es gente que huye.
quizás porque él también era gente que huía,
que huía al encuentro de algo que no habría de vivir nunca
y que habría de morir en la nostalgia de ese dolor extraño
***

Seda también es una historia de pájaros:
dicen que los hombres orientales, en vez de honrar la fidelidad de sus amantes con joyas, les obsequian aves, pájaros de todo tipo, de todos colores y los colocan en una pajarera.
una vez, en uno de sus regresos al Japón, Hervé Joncour, miró

el cielo sobre el palacio tiznarse por el vuelo de cientos de pájaros,
como si fuera un estallido de la tierra, pájaros de todo tipo,
desorientados, huyendo hacia cualquier parte, enloquecidos,
cantando y gritando, pirotécnica explosión de alas
y nube de colores disparada en la luz y de sonidos asustados,
música en fuga, volando en el cielo.
Hervé sonrió.
Sin embargo, ellos, los pájaros, tampoco pudieron resistir la tentación de volver,
de habitar la pajarera, resguardados del cielo, otra vez.

***
Seda también cuenta la historia de las huellas que han dejado esos pájaros sobre el papel
como huellas de una voz quemada
como palabras indescifrables
como las cosas indecibles que nos obligan a hacer historias de voz desenfocada.
las historias nos sirven para decir lo que no sabemos nombrar, pero también para matizar con lo entrañable todo aquello que, aunque sabemos cómo, no queremos pronunciar:

lo que era para nosotros, lo hemos hecho, y vos lo sabéis.
creedme: lo hemos hecho para siempre.
preservad vuestra vida resguardada de mí.
y no dudéis un instante, si fuese útil para vuestra felicidad,
en olvidar a esta mujer que ahora os dice, sin añoranza, adiós


Fragmentos tomados de: Baricco, Alessandro. Seda. Barcelona: Anagrama, 2005.
Imagen: Ángel Jové

domingo, 20 de septiembre de 2009

jugando el juego del revés (no. 38)


para C.L. y M

por aquello de los neologismos

por aquello de los axolotes

por aquello de la saudade


me obligo a jugar el juego del revés, a recordar ese "pueril reverso de las cosas",

a volver sobre los pasos de mi memoria sin tacones:

ya había pensado en esto y me dije que empezaría parafraseando aquella idea de la saudade, eso que decía Tabucchi en el primer cuento que da título al libro, eso de que la saudade es un estado del espíritu al que sólo pueden acceder los portugueses (yo pensé "y qué hay de los brasileños", pero no supe darme una respuesta).

es por excelencia la palabra intraducible: la saudade: ¿cómo traducir esta soledad, esta nostalgia, esta vuelta constante a las cosas tan definitivamente extraviadas?

hay que inventar un neologismo que entienda de nuestro estado del espíritu cuando todo se nos vuelve un caracol y, por accidente, alguien lo pisa.

hay que inventar una palabra que entienda nuestra peculiar nostalgia y todos sus posibles abismos.

hay que saber llamar a las calles con todos los nombres de Pessoa, con todos sus fantasmas...

ya había pensado en esto, en el "juego del revés" de Tabucchi, y me había dicho que diría estas cosas:

que es un libro de historias lleno

no, que es un libro de historias sencillas

tampoco, que es un libro de crónicas-parábolas-ejemplos-fábulas para explicarnos (a todos nosotros los desventurados que no nos fue dado el nacer portugueses), vagamente, a grandes rasgos y con garabatos desdibujándose, una remota noción de la saudade y también algunos de sus posibles abismos

había pensado en esto y prometí que diría que jugar el juego del revés es también volver a la infancia una vez que la vida nos ha obligado a aprender a vivir en un desierto (¿lo ves?, en un desierto, nos ha obligado)

había pensado en el niño-anciano-axolote que somos y que habita en el desierto

me dije que diría algo nuestra mirada ingenua con la que contemplamos el espejismo y le creemos

también algo sobre las manos pequeñas y las cosas pequeñas que en ellas guardamos: la sonrisa del gato, el crujido del juguete que se rompe, el llanto de algunos árboles, el suspiro de las banderitas en el mes patrio, el regaño del mar... en fin, pues, esas cosas que se llevan al desierto...

porque en lisboa, en casablanca, en un bar, en las callesconnombredepessoa, en una ciudad blanca de tan negra, en el rincón más fantasmable de lo que una ha llegado a ser, hay un desierto

pero también hay espejismos muy dispuestos a jugar:

jugar a la síntesis de la vida en un ikebana

jugar a ser palmera, a ser mujer, a ser Josephine

jugar a ser niño aprendiz de latín mientras mamá se reviste de nuevas felicidades que nos ponen celosos

jugar a ser Fernando sin volvernos gerundio

jugar a ser Conrado sin convertirnos en un participio

jugar sin dejarse perder

sin nunca llegar a matarnos, porque después de todo hay mucho calor ahí afuera y todavía podría soplar algo de encanto, porque siempre habrá una ficción y un espejismo, una imaginería, una coincidencia que nos diga muy despacio al oído que al llegar a la casa vacía que tanto habitamos, una saudade neologizable, renovada, traducida, habrá de invitarnos otra vez, cada vez, al juego


Tabucchi, Antonio. El juego del revés. Anagrama, 2001.
Imagen: "El paseo", M. Chagall

lunes, 27 de julio de 2009

mano del fuego: jardín del deseo (no. 37)

escribo sabiendo que hacerlo es una metáfora de amarte. que haciéndolo te convoco, eres aparición ritual, no sólo recuerdo. escribo en ti y contigo en la punta de la lengua.
escribo para desnudarme. escribo para disfrazarme. escribo para inventar un carnaval. escribo cantando.
escribo hasta cuando no escribo. y aún así busco, o sin buscar presencio, la aparición ritual de esa súbita existencia: la excepción que podemos o no llamar poesía.
escribo como amo, como te amo, como te escribo.
"La mano del fuego"
Alberto Ruy Sánchez
la escritura entonces sigue los rumbos sugeridos por el Jamsa: cinco rutas, cinco dedos: amuleto de historias que se ramifica y florece en múltiples direcciones pero que también conserva la unidad de una misma mano, de un mismo punto de partida.
la búsqueda y el deseo rigen el curso de cada historia, habitan en la memoria del tacto, en las manos y en la piel del amante, en la proximidad del fuego que encanta y quema, que destruye y perfecciona, que agita y que consume: lo mismo que el amor.
pulgar:
intención, voluntad, fuerza, destreza, sutileza,
dedo de las obsesiones, de la vitalidad obcecada.
el pulgar enciende el fuego y luego quiere saber
cómo dominarlo, es el dedo donde el fuego y
el amor se hacen uno. simboliza lo radicalmente
indecible, el vuelo sin regreso de los insectos
hacia la llama. Y dicen que con ese dedo,
en algunas vidas ardientes, todo comienza.

el recorrido por cada historia contada/murmurada/vivida/imaginada es una invitación a un jardín distinto, a un jardín otro en el que también nos reconocemos:

para ir de lo que somos a lo que no somos,
o más bien a lo que sí somos pero de otra manera,
porque también somos nuestros deseos,
nuestros espejismos, nuestros sueños.
lo que llevamos en el corazón nos ayuda a transformarnos.
ser es ser otra cosa, si estamos vivos.

Tarik el alfarero encendido en la consigna de hacer una pieza de barro con las cenizas de los dos amantes: barro y ceniza forjados con sus manos, fuego que fija y perfecciona, que puede hacer explotar si no se presentan las condiciones adecuadas
índice:
señalar, indicar, elegir, contar, probar,
tocar el fuego, el que recibe al pájaro que volaba,
el que hace cantar al coro, el que hace cosquillas...
dicen que es el dedo que conocerá primero el paraíso

Zaydún (Ignacio Labrador) el escritor-contadordehistorias, el amante en el perpetuo encuentro-desencuentro amoroso, el explorador de jardines-laberintos, sonámbulo obstinado

cordial:
simboliza la presencia, se le atribuyen cualidades
de búsqueda, el dedo de la música al frotarse
con el pulgar, en vínculo con Saturno se le relaciona
con un principio de concentración, fijación e inercia,
también es el dedo de la melancolía, la reflexión
y la duda... y de la memoria profunda:
re-cordar es volver a tocar con el corazón

Jassiba y las historias recreadas a través de las palabras de su abuela: jardines de hielo, jardines de espejismos, jardín de imposibles, jardín perverso, jardín sonámbulo: donde las flores modifican sus colores ("se ruborizan") ante la cercanía de cuerpos humanos.
los sueños son entonces el punto de encuentro con nuestros deseos, espacio-tiempo comunicante donde jardines distintos adquieren la exuberancia de lo indecible

si algo muy bueno te pasó en la vida,
siempre una parte de eso vendrá de nuevo
a tu cuerpo, aunque sea con el disfraz de un sueño.

también están las historias de los objetos, de las miradas, de los viajes, de los amuletos, de los tatuajes en la piel (con o sin tinta). las historias susurradas en una plaza pública como secretos a voces que en cada quien reviven con el color de una pasión distinta: la historia que se multiplica y vuelve, de uno a otro, cambiante y siempre la misma

anular:
el dedo de la importancia excesiva de las cosas:
del fetichismo. el dedo de la espiral, del amor
como un placer detenido en su multiplicidad,
dedo de la retención y la riqueza, que puede ser
fugaz, por lo tanto también de los vínculos
que se pierden: con las personas amadas
y hasta con los dioses.

la mano del fuego gira en espiral, encoge los dedos, los estira, los invita a la exploración, a estrujar el tiempo y permitir que el deseo habite en lo infinito de un momento, en la infancia y los primeros experimentos del tacto, en la adolescencia y las primeras impresiones del amor, en la vida de todos los días y la búsqueda perpetua del sonámbulo en todos los jardines posibles

meñique:
dedo jardinero, creador de paraísos, dedo
de lo extremo, de lo que está más allá
de lo visible, de lo que no se puede explicar,
de lo indecible:
de los misterios del amor y del fuego.
"la mano del fuego", entonces, como escritura del sueño del sonámbulo, del tentar-nos con la llama temblorosa; de escribir cantando el rumor de las historias de todos vertidas sutilmente en una plaza pública; de jugar a descifrar el jardín-laberinto-indescifrable del deseo
citas en cursivas: Ruy Sánchez, Alberto. La mano del fuego. México: Alfaguara, 2007.
imagen: "Hamsa" de Delphine Peller, 2006.

miércoles, 3 de junio de 2009

donde la luna ilumina las sombras (no. 36)

para N. (May Kasahara)
que cree en los gatos y
en los que hablan con los gatos,
en el mundo felino,
en la sección amarilla,
en las líneas al azar...

es grato pensar que existe un otrolugar en el que se encuentra ese otroverdadero que somos

es mejor cuando una llega a creer que realmente existe

leer a Murakami es acceder provisionalmente a todas las formas que ese otrolugar puede llegar a tener,
porque también, desde nuestra orilla-lectora, somos personajes solitarios y escindidos
dividos por el hachazo de la ola invisible que un momento cualquiera nos aterra y nos conmueve,
nos devora para siempre y nos ultraja

volver a Murakami es reencontrarse con lo que uno ha perdido de sí sin darse cuenta, con los sueños olvidados, con las fantasías que nunca nos atrevemos a imaginar, con la orilla a la que, yo, no sé, si quiero llegar alguna única vez


***
Kafka en la orilla
cuando tu estás en el borde del mundo
yo estoy en el cráter de un volcán muerto
a la sombra de la puerta
se yerguen las palabras que han perdido sus letras

al dormir, la luna ilumina las sombras
pececillos caen del cielo
al otro lado de la ventana
hay soldados con el corazón endurecido

Kafka está sentado en una silla a la orilla del mar
pensando en el péndulo que hace oscilar el mundo
cuando el círculo del mundo se cierra
la sombra de la esfinge sin destino

se convierte en cuchillo
y atraviesa tus sueños
los dedos de la niña ahogada
buscan la piedra de la entrada
alza las mangas de su vestido azul
y mira a Kafka en la orilla del mar


la orilla del bosque, la orilla del mar, la orilla del amor, la orilla del deseo, la orilla de los objetos perdidos
todo se vuelve orilla cuando aceptamos que esta cotidianeidad es insuficiente
¿la nada se incrementa?, pregunta Nakata: el hombre que habla con los gatos, el que se permite todas las preguntas (todas: las de los locos y las de los niños, las de los niños locos que hablan con los gatos)
estar en la orilla es tener la voluntad para no volver a ser el mismo-lo mismo

***
a la par con la voluntad está la profecía
el designio de los dioses
la fatalidad nombrada por el oráculo
creer en ella o no es lo de menos
lo importante es emprender el viaje y avanzar,
así lo ha entendido Kafka Tamura, el joven de 15 años que escapa de la casa paterna en Tokio hacia cualquier sitio, hasta una biblioteca donde quizás habrá de encontrarse con una parte de sí perdida veinte años atrás, en el mar...

la otra cara de la profecía encarna en Nakata, sí, el hombre que habla con los gatos y que siendo niño, luego de un extraño episodio que lo dejó inconsciente en medio del bosque durante la segunda guerra mundial, perdió la facultad de leer a cambio de la de hablar con los gatos
(todavía no he decidido si es o no un trato justo)

cada uno emprende su propio viaje [mítico]
su propia búsqueda hacia es otrolugar: orilla de mar, de volcán, orilla de sí, orilla de nada que se expande
hacia el encuentro con todo lo perdido sin remedio sólo para mirarlo por una última vez
y no volver atrás


***
que nosotros vayamos decayendo y perdiéndonos se debe a que el mecanismo del mundo, en sí mismo, se basa en la decadencia y en la pérdida. y nuestra existencia no es más que la silueta de este principio. el viento sopla. podrá ser un viento violento que asole los campos o una brisa agradable. pero ambos irán perdiéndose, desapareciendo. el viento no tiene cuerpo. no es más que el término genérico del desplazamiento del aire. tú aguzarás el oído. entenderás la metáfora- le dice Oshima (el joven hemofílico que en realidad es una chica cuyo cuerpo de mujer sencillamente no se manifiesta) a Kafka Tamura,
pero también sabemos que el aire y el viento no son sólo nombres cuando el mito se vierte sobre ellos y sobre nosotros, cuando las coincidencias de un sitio/nombre/rostro/tiempo a otro se sincronizan con la precisión estremecedora de los felinos cuando deciden mirar a quien les pertenece.


*citas tomadas de "Kafka en la orilla" de Haruki Murakami, México: Tusquets Editores, 2006.

viernes, 1 de mayo de 2009

deseo de Bujara (no. 35)

¡Pero no todo fue silencio y quietud en la noche de Bujara!
"Nocturno de Bujara"
Sergio Pitol

Las noches en Samarcanda suenan a agudos graznidos color azabache.
Cada noche, la cigüeña del desierto llega a devorar a los cuervos entre las copas de los árboles de Samarcanda.
Es la hora de la caída de los cuervos, dicen, y esos son los últimos graznidos de cada cuervo antes de caer desventrado y pasar a formar parte de la carnicería canora que tiñe las noches en Samarcanda.
***
"En la oscuridad el cuerpo estalla en fragmentos,
que se convierten en objetos separados. Existen
por sí mismos. Sólo el tacto logra que existan para
mí. El tacto es ilimitado. A diferencia de la vista, no
abarca la persona completa. El tacto es invariablemente
fragmentario: divide las cosas. Un cuerpo conocido a
través del tacto no es nunca una entidad; es, si acaso,
una suma de fragmentos"
***
Las historias enredadas -no entrelazadas- tienen lugar en cualquier sitio:
en las calles de Bujara
en cualquier pequeño café de Varsovia
en la milenaria ciudad de Samarcanda
son todos los sitios exóticos, los viajeros inventados, los recuerdos sobrepuestos, el-mismo-no-siempre-igual Feri constantemente bienvenido en la narrativa de Sergio Pitol
decía que el "Nocturno de Bujara" tiene lugar en cualquier sitio, aunque en todo momento sea Samarcanda (la milenaria, la misteriosa, la terrible) el lugar del deseo, el centro del mundo al cual se busca regresar.
***
Samarcanda, Uzbekistán (ciudad de más de 2750 años de antigüedad):
"un verdadero zoco de callejones estrechos, murallas
truncas, puertas regiamente labradas que dejaban vislumbrar patios
interiores poblados de granados, de rosales y de muchedumbres infantiles
capaces de producir una alharaca casi tan ensordecedora como las de los
cuervos que después vio todos los crepúsculos en los jardines de la ciudad.
Los niños se asomaban a las puertas, gordos y cabezones,
emitían sonidos extraños en su idioma como advirtiéndole
que debía regresar, que aún estaba a tiempo de volver a la
estación y tomar el primer tren que lo alejara de Samarcanda"
***
Feri había llegado a Samarcanda
nunca supo si fue una confusión que aquella comitiva hubiera llegado a la estación de tren a recibirlo
dice Sergio [Pitol-narrador] que en realidad esa historia de Feri en Samarcanda, el festín con la princesa y los nobles circasianos, el banquete con exquisitas carnes, hierbas aromáticas, dulces y aguardiente de durazno, no era más que parte de una extravagante historia para despertar la curiosidad de Issa, la pintora italiana que había decidido recorrer el Asia Central durante tres semanas, y burlarse un poco de ella
si fue cierto o no que Feri Nagy había participado de aquel festín tampoco importa mucho, lo importante es que había despertado, quizás varios días después, con el cuerpo lleno de sangre, padeciendo dolores indescriptibles en cada músculo, apenas con un poco de fuerzas para salir a la calle, caer desmayado luego de emitir un horrible alarido de dolor y despertar, mucho después, en un hospital.
lo importante también es que, una vez se hubo recuperado de las inexplicables heridas, su búsqueda y su deseo se concentraron en hallar a los nobles circasianos, en regresar al festín y volver a experimentar ese placer extremo, tal vez irrepetible, y que nadie podía entender
***
son sólo recuerdos que alguien intenta traer de vuelta
son sólo historias de deseos que alguien inventa para engañar o para engañarse
Issa llegó a Samarcanda
mucho tiempo después Sergio recuerda haber tenido noticias de ella y de la desafortunada experiencia que resultó de su recorrido por el Asia Central
es curioso, pero Issa también había despertado un día con el cuerpo aplastado, con heridas y sangre, sin poder recordar cabalmente lo que había sucedido
***
"porque allá, a la hora del crepúsculo, ves caer de los árboles, como frutos descompuestos, pájaros deventrados con las alas quebradas, fragmentos de cabezas, de patas, una nube de plumas [...] mientras arriba, en las espesas frondas, los sobrevivientes saltan amedrentados de rama en rama o se agazapan en un intento de mimetización sin atreverse siquiera a emprender la huida"
***
insisto, son sólo recuerdos
son sólo evocaciones de una memoria no del todo confiable que, como si de un cuerpo se tratara, conoce cada rincón de las ciudades y las historias fragmento en fragmento
y no está segura de qué parte de la historia, si no es que toda, ha sido inventada
incluso tampoco recuerda con certeza que todo aquello hubiera sucedido en Samarcanda
de hecho, le parece que más bien que el sitio donde pudo haber sido es Bujara
sí, el centro de ese deseo se llama Bujara

*Citas tomadas de "Nocturno de Bujara" incluido en el libro de relatos "Vals de Mefisto" de Sergio Pitol. México: Era, 1989.
*imagen: mausoleo de Emir Gur en Samarcanda, Uzbekistán

jueves, 16 de abril de 2009

entre Hugin y Muninn o el método de la locura (no. 34)

para B
hablar es un deber, precisamente porque lo esencial es mudo
"el silencio escrito"
eugenio barba
la rebeldía es continuar soñando activa y racionalmente,
evitando que el sueño se vuelva monumento o añoranza
"Barcos de piedras e islas flotantes"
eugenio barba
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Odin ("furor"): deidad suprema dentro de la mitología nórdica. dios de la guerra y la muerte, la poesía y la magia; de la sabiduría, del conocimiento pasado y futuro, del conocimiento presente; siempre acompañado de dos cuervos: Hugin y Muninn, el pensamiento y la memoria.

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El Odin Teatret, fundado por Eugenio Barba en 1964 asume como guía dos emblemas: el del dios Odin y la frase latina inscrita en el blasón de Niels Bohr: contraria sunt complementa.
Aunque los textos y libros escritos por Barba (y que él mismo tiene a bien nombrar "canoas de papel") parten de su larga experiencia como actor y director del Odin Teatret, del constante proceso de búsqueda que este grupo teatral ha elegido como vía y forma de vida, y se encuentran dirigidos a aquellos empecinados que saben del "arte de la autodisciplina" en el ámbito actoral, me resulta inevitable establecer la inmediata relación con el quehacer literario, con ese oficio que es también deber, escritura del silencio, autodisciplina, razón, historia…
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Si la literatura como el teatro es igualmente soledad, oficio y rebeldía, quizás valdría la pena repensarla (por ocio/por juego/por devoción/por necesidad) desde el trono de Odin, entre la sombra cálida de las alas de Hugin y Muninn.
Pensamiento y Memoria como guías, no como límites; como punto de partida hacia una transformación genuina, honesta, disciplinada, posiblemente verdadera.
Barba dice que el teatro puede ser "un barco de piedra para ser admirado junto a otros monumentos. O bien, puede volverse la residencia privilegiada que nutre y protege nuestra sed de libertad".
Tal vez lo mismo podría decirse de la palabra escrita, del oficio de escribir/de escribirse/de escribir desde sí.
A veces, ante los textos que surgen en este aquí y ahora, encuentro una ausencia de sed, un vacío simple y sin sentido, un empleo burdo de las palabras, en fin una indiferencia ante lo indecible y por lo tanto, un ruido atroz emitiendo alaridos incongruentes que no representan más que el afán infundado de “transgredir” los caminos hasta ahora recorridos y de criticar un estado de cosas sin proponer ni transformar nada.
“para ser revolucionarios hay que ser lúcidos y saber utilizar bien las propias armas: los diletantes nunca cambiaron la historia”

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memoria-historia-herencia-tradición
presentez-innovación-rechazo a lo anterior: rebeldía
"la comprensión de la historia puede corromper. hay que conocerla, para saber también cómo rechazar la historia en la que vivimos. rechazarla permaneciendo en vida, sin dejarse destruir y posiblemente, sin destruir"
Encuentro en estas palabras la clave para la transformación: el rechazo puede ser lúcido, articulado, genuino, cuando se logra sin destruir y sin destruirse.
No le neguemos nuestra admiración a la tradición, neguémosle nuestra obediencia: parafraseo a Torres Bodet y recuerdo el “método de la locura” propuesto por Barba y su admirable certeza de saber que siempre habrá jóvenes en el proceso de búsqueda de “un camino que conduzca a una protesta articulada y a una rebeldía abierta, pero disciplinada, contra una sociedad en la cual se sienten extraños”.
No es un rechazo a lo sociedad, es una actividad encaminada a proponer rutas viables a esa sociedad que les es ajena y para la cual ellos mismos se asumen como extranjeros. Para Barba, el actor es el agente de este cambio, para mí, en este espacio, es aquel que se asume públicamente como escritor y cuyo ejercicio literario quizás sea visto por esta sociedad como una locura, pero como una locura con método.

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“el teatro puede convertirse en un sanctuary, un asilo para quien tenga sed de justicia, un refugio de libertad, una cripta de mensajes cifrados para el espectador que lo visita”
Creo lo mismo respecto al oficio de escribir y lo creo cuando al incorporarme a una “canoa de papel” encuentro que su presencia es necesaria porque lo esencial que habita en ella es mudo, cuando advierto una empatía armónica con Hugin y Muninn, cuando la locura y la rebeldía son las que trazan la ruta inasible pero transitable de ese soñar, activa y racionalmente, con palabras.

Mérida, Yuc. abril 2009

Citas tomadas de: Barba, Eugenio. Teatro. Soledad, oficio y rebeldía. México: Escenología, 1998.

lunes, 23 de febrero de 2009

La noche casi perfecta (no.33)


para D y A


La vida no es idónea, es perfecta. Jerome entonces miró hacia los músicos que cerraban con un entusiasmo barato el Unicornio azul. Yo miré la luna que pendía como un fruto del árbol y me sonreía una complicidad casi siniestra. Regresé la mirada hacia Jerome y él me propuso visitar el hotel más hermoso de la ciudad.
Me había sentado en esa banca del “Parque de la madre” sólo para sentir; la batalla que se libraba entre los trovadores del café Peón Contreras y la salsa de los del restaurante La bella época, no daba lugar al pensar.
¿Qué hace la gente a estas horas aquí? Camina inconcebiblemente despacio. Los sábados por la noche nadie parece tener que llegar a ningún sitio; se detienen una y otra vez a husmear entre los destellos de la joyería artificial, las ropas de manta y las pinturas de nuestros artistas. Pasan en oleadas intempestivas y a veces, un poco toscas. Por alguna razón, la dama pelirroja del halter blanco que tanto insiste en mirar su celular, me ha llamado la atención, su impaciencia parece resonar casi al mismo volumen de la música.
Jerome se había sentado a mi lado momentos antes. Sus ojos azules y su ropa de manta me hicieron suponer que era francés, aunque no sé cuál es la relación entre una y otra cosa.
-¿Te molesta el humo?
-No.
-Si te molesta me avisas.
Jerome sostenía desde su extremidad esquelética un cigarro sin filtro. Al ver que el primer intento no funcionó, se aventuró nuevamente.
-¡Qué bonitos pies!
Al mirar mis zapatos completamente cerrados, sólo pude esbozar una risita retorcida. Pensé que tal vez no se dirigía a mí e instintivamente busqué a mis espaldas a otro posible interlocutor, pero la dama pelirroja del halter blanco acaba de levantarse del extremo de la banca más próxima e iniciaba una caminata presurosa hacia un lugar que no parecía tener nombre.
Volví la mirada y, contemplando a este hombre de incalculables años exhibiendo su huesuda fragilidad a través de una claridad innecesaria en su ropa y con los ojos intensos, palidísimos, esforzándose por atravesar mis lentes, las respuestas se deshicieron en mis labios como susurros indescifrables.
Los trovadores soplaban las primeras notas del Alma llanera cuando me empecé a preguntar qué hacía yo en esta magnífica noche de sábado, sentada en esta banca, escuchando a tan peculiar caballero mientras habla de las puertas que han abierto los extraterrestres en la selva a fin de salvar a los pocos humanos que, entrando en armónica comunión con la naturaleza –es decir, la mariguana, los hongos y ciertas especies de animales–, han logrado trascender a la realidad impuesta por esos “pinches gringos”, evitando consumir el veneno capitalista –coca cola– y sobreviviendo entre las masas idiotizadas como el pueblo de los elegidos portadores del futuro.
-A ver tus manos.
Sonriendo otra vez, solté la bolsa de plástico gris en que llevaba mi cartera, una pluma y una caja de chicles, y extendí las manos exhibiendo las venas que se pierden entre mis nudillos.
-Del otro lado.
Meticulosamente exploró las líneas en mis palmas, mientras yo intentaba encontrar ese mismo mapa fantástico donde él exploraba las posibles rutas hacia el tesoro. Por más que me esforcé, las líneas y mis manos siguieron siendo las mismas, sin embargo Jerome había llegado a una conclusión contundente:
-Los que pasa es que eres un espíritu joven.
No pude evitar arquear las cejas en una decepción evidente, al mismo tiempo que pensaba en mis 22 años. El tesoro se había reducido sólo a eso.
-Yo no voy a volver más. Ésta es mi última vida...- agregó momentos después.
Volví a arquear las cejas, esta vez de sorpresa, sin abandonar la sonrisa. Entonces rompí el monólogo, no podía soportar más estar en medio de esas trincheras, en esa batalla absurda entre las músicas, las gentes lentas, mi curiosidad y la risa contenida en la luna:
-¿Cómo lo sabes?
-Porque veo cosas, ¿tú ves cosas?
Pensé en responder con más preguntas, pero en la mente pasaban como el Cóndor pasa, respuestas tan tentadoras, que tuve que callar. Él retomó el cuestionario con una pregunta más concreta:
-¿Ves fantasmas?
-Últimamente, no.
-Yo sí veo fantasmas. Habito con ellos...
Imaginé entonces una habitación nebulosa, rodeada de cortinas de colores y un círculo de espectros compartiendo una pipa egipcia, mientras Jerome explicaba cómo era la verdadera vida en Bacalar.
La dama pelirroja del halter blanco pasó frente a nosotros. Yo le miré la frente estresada, como si dentro llevara un gigantesco yunque que no le dejaba mirar bien sus ideas; Jerome estudió sus caderas, también parecía encontrar en ellas un mapa fantástico que habría de conducirlo hacia el tesoro. Los trovadores habían ondeado estoicamente la banderita blanca ante el incontenible ejército del general Devórame otra vez; a pesar de todo, fue un triunfo digno.
Sin música y con Jerome, caminé hasta el hotel Casa Lucía aprovechando la oportunidad de invadir la mitad de la calle. Atravesamos el café y el lobby, y mientras él saludaba fraternalmente a los meseros y a la recepcionista, yo miraba la decoración y las pinturas en las paredes.
Jerome abrió gentilmente una puerta de cristal que conducía al patio del hotel. Señalando las paredes y sus rincones, me explicaba que él había pintado todo eso:
-Uno pinta las cosas, y los símbolos están ahí... ese ribete es del convento de... esos jarrones son ingleses...
Me sustraje de mí ante un lugar tan fascinante, había encontrado el tesoro sin seguir las líneas en mis manos. Me dejé llevar por el poder de los rosales, el agua de las fuentes, la discreción de la luz, los nombres de las habitaciones y sus fachadas yucatecas: San Fernando/8, Chuminópolis/2, Chem Bech/5.
-Espera, voy a pedir la llave de una habitación.
Seguí en la exploración de los rosales. Tanta noche y yo tan insuficiente. Jerome y una dama rubia y pequeña interrumpieron el silencio entre la luna y yo. La casa Santiago/9 abrió sus puertas para que pudiéramos admirarla. Al entrar, miré a la dama rubia y pequeña a los ojos sonriéndole un buenas noches, pero antes de poder advertir la sonrisa con la que seguramente respondió, mi mirada se sofocó con el ambiente tan extraño de la habitación.
Un blanco definitivo satinaba las sábanas rematadas en un borde amerengado, mientras del techo descendían curvas gentiles de gasa clara; con un fondo predominantemente beige, se extendía en todas las paredes una franja saturada de florecitas del convento de no sé donde que se prolongaba hasta las puertas del closet y las paredes del baño. Por un momento pensé que si abría la regadera fluirían chorros de pequeñas margaritas en lugar de agua. Como esto todavía no era lo suficientemente naive, una imagen de la virgen de Guadalupe colocada sobre la cabecera de la cama completaba el escenario. Para Jerome, todo aquello era lo más elegante.
Salimos de la habitación y del hotel acompañados por la dama rubia y pequeña. Con el mismo procedimiento que al entrar, llegamos a la calle entre cordialidades con el bartender y los meseros. La siguiente escala propuesta por Jerome fue la “Casa de todos”, pero me negué a continuar la peregrinación. Su decepción pareció compensarse con acompañarme a mi carro, aprovechando toda la esquina para ofrecerme refugio en su casa de Bacalar para cuando lleguen los extraterrestres a cumplir su propósito en la Tierra, aconsejarme el divorcio con mi soledad y fumar de vez en cuando algo de hierba.

Jerome abrió la puerta de mi carro y, prometiendo comunicarse conmigo algún día, dobló la esquina y desapareció. Yo seguía sonriendo, imaginaba que la dama pelirroja del halter blanco se había despojado del yunque al recordar las palabras de Jerome: la vida no es idónea, es perfecta. Me avasallaba tanta perfección, no quería involucrarme en el clan de los elegidos a riesgo de ser abducida cualquiera de estas noches; entonces planeé la adquisición de un litro de coca cola para la cena, subí el volumen de la música y grité de regreso a casa, junto a Sarah Mclachlan: your love is better than chocolate...

k.m.
Mérida, Yuc.
mayo de 2005

martes, 27 de enero de 2009

el deseo y la isla (no. 32)


una novela de amor es la verbalización
de un discurso que hubiera debido formularse
en otro espacio y sin palabras

el miedo de perder a eurídice
julieta campos

y sin embargo se escriben tantas novelas de amor
la de julieta campos
el miedo de perder a eurídice
no es una novela de amor
es más bien una isla
la isla-deseo siempre eterna

siempre solitaria
isla: soledad temible como la que se siente cuando algo, no siempre monstruoso, sugiere otra proximidad inquietante
la isla es también el deseo manifiesto en la imposibiliad del otro
de lo otro
es un varar permanente de vaivenes que no terminan de ser porque no llevan a ningún sitio
como sabemos también el deseo engendra el relato
y este relato es el de una voz que se desdobla para mirar a una (o varias) multiplicidad de sitios donde, de alguna manera, sucede una historia de amor:
un hombre dibuja una isla en una servilleta en blanco
una pareja se reúne en un lugar a beber cocteles fríos
alguien escribe un diario
julieta campos reescribe los fragmentos donde otros han hablado igualmente sobre las islas

en el principio fue el deseo.
el deseo engendró al verbo,
que engendró a la pareja,
que engendró a la isla

nos recuerda esa persona obstinada en contar una historia de amor
una historia que nunca llega pero que se va articulando conforme regresan a la memoria los mitos y leyendas de todo un mundo de historias de deseo/islas/amores

Yo he dicho que me propongo contar una historia. que esa historia será una historia de amor y, en consecuencia, la historia de un sueño. prosigo: soñar es remontar, hacia los orígenes, el curso de un río. o hacer el viaje al centro de la tierra. o buscar minotauros en laberintos acuáticos. pero dicen que uno acaba por matar aquello que ama y quizá teseo amó al minotauro. sea como sea, la pareja segrega su espacio imaginario. las parejas se encuentran en los parques por las mismas razones que tienen los asesinos para volver al lugar del crimen: vuelven a la réplica del paraíso que están condenados a perder.

la isla es el sitio y el ser de la ausencia perpetua
deseamos lo que miramos todos los días
lo que nunca terminamos de poseer
aunque empeñemos todo nuestro yo en soportar la espera
en sobrevivir a ella
es monótona la vida. hay que inventarse pequeños juegos
y los pequeños mejores juegos para sobrevivir a la espera
son los que se traducen en palabras
aunque éstas no puedan decir nuestro deseo

todo lo que ocurre, ocurre durante esa espera, que es el punto donde la escritura interfiere entre la fantasía y la realidad [...] el tiempo de una espera es el tiempo de un sueño. grandes masas de plumas blancas reposan en las piedras, a la orilla del lago

el tiempo de la espera recuerda entonces la persistencia del encuentro amoroso mítico
donde todo es igual, lo mismo y siempre distinto
donde
lo más extraño de todo es la sensación de traer arrastrando entre los pies el cadáver de un día escuálido, pero recalcitrante, renuente a recibir sepultura

donde la pareja se encuentra en una idea del deseo

cada cuerpo es el espejo, devuelto por la otra mirada, de una noche universal

del amor que al ser desaparece
en el silencio devorador de lo ausente
dos eres: uno me soñó, el otro me olvida
te escribo tanto silencio que me has dejado

los enamorados sólo se aman porque se inventan y se inventan porque necesitan deseperadamente amarse. nadie se enamora de nadie. todos se enamoran del amor

no te acuerdes demasiado de nada [...] aprende a ejercitar el olvido, es tan sólo el revés de la memoria. no hay que temerle. entrégate al olvido como te has entregado a mí: apasionadamente

todo es un invento, todo una escritura, todo un juego para entretenernos
para nombrar al deseo con los nombres de la historia
de los deseos anteriores
de los sueños-islas

y yo escribo como si soñara. o sueño como si escribiera [...] la historia de amor es un sueño que me escribe. hay un lago, una isla, una pareja y unos naúfragos que se cuelan en el sueño con naturalidad sin parecer intrusos, porque la coherencia de los sueños le debe poco a la lógica diurna

la historia de amor que no se escribe en el miedo de perder a eurídice
es siempre la misma
la que siempre se ha dicho y escrito

porque éste no es el fin sino el principio. alguien debe haberlo dicho ya, por supuesto, pero si es así no me importa repetirlo. después de todo lo que se dice es siempre otra cosa y es lo mismo y todos escribimos un libro idéntico.

todo inicio es idéntico a cualquier final
cuando el deseo permanece
cuando lo anhelado nunca llega
cuando la condena y el paraíso habitan en los límites de la mirada
y cuando de nuestra mirada depende perder o no a eurídice

"estamos aislados de todo y somos todo" dicen, pero no dicen nada, porque se han mirado con efusión y tristeza como sucede cuando la felicidad podría, de durar demasiado, volverse intolerable.
el tiempo de la mirada es el paraíso: efímera eternidad de un instante

citas tomadas de el miedo de perder a eurídice de julieta campos, méxico: joaquí mortiz, 1987
imagen: orfeo en los infiernos de brueghel

miércoles, 14 de enero de 2009

los que se quedan (no. 31)


para la niña y el gato de mirada vacía de tiempo

la niña duerme atrapada entre los libros.
quién vendrá a desatar sus pequeños demonios.
quién vendrá a defenderla un día cuando
apague el cigarro y la despierte,
acabando de una vez con este sueño.
breve sueño.
la niña duerme, al menos, mientras la dibuje.


la niña también escribe
escribe mientras recuerda
escribe para no olvidar
luego crece y escribe para pensar mejor
para no dejar que la memoria se le vuelva un punto pequeño/pesado y frío en el cielo de La Habana


todos se van
de wendy guerra


recoge las palabras escritas en un diario de infancia y un diario de adolescencia


donde cada recuerdo se amolda para formar una pieza perfecta, pero borrosa, de esa imagen del tiempo que transcurre en la vida de Nieve
de todos los años que ella pasa mirando cómo todos se van de la isla
y cómo ella permanece cada vez, eternamente


la ironía de llamarse Nieve en un país como Cuba
las canciones, libros, poemas, encuentros y desencuentros
las guerras, latidos, lluvias, visiones y muertes
las ausencias de cada día
la llegada de una nueva esperanza y su pronto ocaso
se van conjugando en palabras breves
en las imaginerías de una niña que mira y entiende
y, después, en la precoz acritud de quien es obligado a mirar y no comprende lo que mira


lo que pasa en estos diarios es la vida
quizás por eso lo más conveniente es decir que no pasa nada porque todo pasa


yo, me quedo con los recuerdos
con las canciones
con la idea de una isla que siempre es deseo y espera
y con el poema de cummings:


algún lugar en el que nunca estuve,
gustosamente más allá de cualquier experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más leve hay cosas que me contienen,
y que no puedo tocar de tan cerca que me encuentro.


y aunque me cierre como una mano
tu mirada fugaz me soltará sin esfuerzo,
siempre me abrirás pétalo a pétalo
como el misterio de la primavera abre su primera rosa.
y si tu deseo fuera a cerrarme
mi vida y yo nos cerraremos repentinamente
como cuando el corazón de esta flor imagina
la delicadeza de la nieve cayendo en todas partes;
nada que percibamos en este mundo
iguala la fuerza de tu fragilidad:
cuya textura me apremia con el color de sus países,
esparciendo muerte y eternidad en cada latido.


(no sé qué hay en ti que se cierra y se abre;
sólo una parte de mí acepta
que la voz de tus ojos es más profunda que las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.


Guerra, Wendy, Todos se van. Barcelona: Bruguera: 2006

jueves, 1 de enero de 2009

¿hacia el país de las últimas cosas? (no. 30)


a veces pienso que este afán de numerar los años y los días y de hacer en torno a ellos celebraciones de todo tipo, no es más que un intento desesperado e ingenuo por controlar la voracidad del tiempo y la brutalidad con que nos consume, una brutalidad irremediable y a veces un poco tierna

de cualquier forma, me uno a la celebración del "año nuevo" recordando un sitio peculiar
una ciudad de la que tuve noticia hace algunos meses
un sitio al que no quisiera llegar nunca
pero al que aparentemente todos nos dirigimos también, sin remedio
se llama el país de las últimas cosas
y es descrito por un tal paul auster
o más bien por una tal anna blume
aunque antes había sido intuido por un tal nathaniel hawthorne:

no hace mucho tiempo, penetrando a través del
portal de los sueños, visité aquella región de la
tierra donde se encuentra la famosa Ciudad de
la Destrucción.
quién lo haya dicho es quizá lo de menos
porque en esta ciudad todo es lo último que habrá
y no hay nada que pueda darse por sentado

éstas son las últimas cosas [...]
desaparecen una a una y no vuelven nunca más [...]
cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para
mirar otra cosa y aquella que tenías delante
desaparece de repente. nada perdura, ya ves,
ni siquiera los pensamientos en tu interior.

en este sitio uno debe estar alerta
no acostumbrarse a nada
no confiar en nadie
olvidar cada prejuicio y cada principio a cambio de la supervivencia

para quienes la lucha se vuelve imposible
pueden optar por el suicidio
para quienes no son capaces de atentar contra su propia vida
pueden recurrir a las "clínicas de eutanasia" y contratar a un agente que los mate el día menos esperado
o también entrenarse como corredores para la "carrera de la muerte": correr y correr hasta caer muertos

tal vez el mayor problema sea que la vida, tal como la conocíamos,
ha dejado de existir pero, aun así, nadie es capaz de asimilar
lo que ha sobrevenido en su lugar [...] ya no sabemos cómo reaccionar
ante los hechos más habituales y, como no sabemos cómo actuar,
tampoco nos sentimos capaces de pensar.

por eso, en este lugar han proliferado diversidad de sectas
que apuestan por la mejor actitud ante la vida que queda
están "los risueños", "los rastreros", "los asociacionistas libres", "los tamborileros", "los apocalípticos"
hay hambre y miseria
hay rumores que hablan de carnicerías humanas
del despojo de cadáveres
pero uno nunca sabe hasta a ciencia cierta qué es lo que sucede en estas calles

por un lado queremos sobrevivir, adaptarnos,
aceptar las cosas tal cual están; pero, por otro lado,
llegar a esto implica destruir todas aquellas cosas
que alguna vez nos hicieron sentir humanos.

y ese sentir sólo es posible ya ante la muerte
asumiéndola y apurando su llegada
o posponiéndola hasta donde sea posible

las cosas se van terminando una a una
van cambiando en una metamorfosis ajena a nosotros
en una transformación incomprensible
donde cada cosa perdida se vuelve un olvido más
y una "necesidad" menos
donde el estado de cosas nos invita/obliga a la traición, al asesinato, al olvido

a veces me parece que cada vez estamos más cerca de ese país de las últimas cosas
y
tal vez ésta sea la cuestión más interesante de todas:
saber qué ocurriría si no quedara nada y si, aun así, sobreviviéramos.

la pregunta queda
feliz año nuevo 2009


citas tomadas de "el país de las últimas cosas" de paul auster, anagrama, barcelona: 2005.