viernes, 25 de junio de 2010

pequeña contribución al museo de los esfuerzos inútiles (no.47)


niños que intentaron volar,
hombres empeñados en hacer riqueza,
complicados mecanismos que nunca llegaron a funcionar
y numerosas parejas...
Cristina Peri Rossi

existe, en algún sitio, el Museo de los Esfuerzos Inútiles.
abre de martes a domingo, de 9 a 14 hrs y de 17 a 20 hrs.
en él se encuentran algunos de los tantos esfuerzos inútiles registrados a lo largo de la historia de la humanidad

algunos son Esfuerzos Inútiles bellos; otros, sombríos

por ejemplo, el de un hombre que durante diez años intentó hacer hablar a su perro. y otro, que puso más de veinte en conquistar a una mujer. le llevaba flores, plantas, catálogos de mariposas, le ofrecía viajes, compuso poemas, inventó canciones, construyó una casa, perdonó todos sus errores, toleró a sus amantes y luego se suicidó

no logro ubicar muy bien la época de estos esfuerzos inútiles, más bien, me parece que están definidos por su atemporalidad, aunque también se encuentran un poco ya lejanos a estos tiempos: hasta ahora no he tenido noticia de alguna persona que haya intentado hacer hablar a su perro. lo que sí he comprobado es que con mirar devotamente en los ojos de un gato, uno puede acceder a la revelación de ciertos universos donde no son necesarias las palabras ni los lenguajes finitos de los hombres.
del lado de las relaciones amorosas, conocí a un tipo que sólo estaba dispuesto a dedicar una semana a la conquista de la mujer amada y, desde luego, entre las resoluciones a tomar en caso de que la respuesta de ella fuera negativa, no se encontraba ni por accidente la idea del suicidio. de hecho, terminado ese lapso cambiaría de objeto de deseo según una lista diseñada con anterioridad y dispuesta en un riguroso orden alfabético. sus esfuerzos inútiles engrosaron el catálogo hasta que llegó a la letra "P".

es muy curioso que los esfuerzos inútiles se repitan [...] un hombre intentó volar siete veces, provisto de diferentes aparatos; algunas prostitutas quisieron encontrar otro empleo; una mujer quería pintar un cuadro; alguien procuraba perder el miedo; casi todos intentaban ser inmortales o vivían como si lo fueran

dentro de los esfuerzos inútiles repetitivos deberé confesar uno muy personal: el de que mis alumnos sean seducidos también por la magia que habita en las palabras y en los nombres, en las cosas palpitantes de vida que susurran constantemente los secretos del mundo, en el deslumbramiento que surge cuando una mirada curiosa toca y enciende lo infinitamente pequeño y cotidiano, en fin, en esas cosas de la vida donde no hay ni el menor espacio para el aburrimiento, la desidia, la indiferencia o la estupidez. a veces he pensado cambiar de trabajo, tal vez podría librar del museo a alguna prostituta.
los esfuerzos inútiles son infinitamente diversos:

intentar reconstruir su árbol genealógico, escarbar la mina en busca de oro, escribir un libro [...]
hay hombres que han hecho largos viajes persiguiendo lugares que no existían, recuerdos irrecuperables, mujeres que habían muerto y amigos desaparecidos. hay niños que emprendieron tareas imposibles, pero llenas de fervor. como aquéllos que cavaban un pozo que era continuamente cubierto por el agua

me llaman mucho la atención los esfuerzos inútiles de los viajeros, quizás porque de la misma manera comparto una cierta obsesión por los viajes: por mirar el borde del continente desde la ventana de un avión y corroborar las imprecisiones, la vida muerta de los mapas; por comprobar, cada vez, que los altibajos de la naturaleza humana son los mismos en cualquier sitio y que sólo se visten de acentos, paisajes, colores de piel e idiomas distintos. el lenguaje de una sonrisa, una mirada o una lágrima no necesita traducciones.
regresando al catálogo de los viajeros, me inquieta que pudiera ser la prefiguración de un destino personal:
al cabo de un tiempo de vagar por diferentes mares, atravesar bosques umbríos, conocer ciudades y mercados, cruzar puentes, dormir en los trenes o en los bancos del andén, olvidan cuál era el sentido del viaje y, sin embargo, continúan viajando. desaparecen un día sin dejar huella ni memoria, perdidos en una inundación, atrapados en un subterráneo o dormidos para siempre en un portal. nadie los reclama

otra de las fuentes importantes de recopilación de esfuerzos inútiles son los periódicos. cito sólo dos:
la historia de la trapecista con vértigo, que no podía mirar hacia abajo.
o la del enano que quería crecer y viajaba por todas partes buscando un médico que lo curara

me estremece pensar en la cantidad y la naturaleza de los esfuerzos inútiles que podríamos tomar de los diarios hoy día: el caso de la mujer que quiso denunciar a su marido por maltrato y amenazas de muerte y cuya denuncia fue rechazada por la policía ya que "no la había matado" todavía. el del niño que quería ser niña. el de los que esperan una sola noticia de esa persona amada que desapareció de repente. el de todos los que en el mundo exigen justicia. el de los que cruzan fronteras con una firme esperanza. el de los que firman tratados de paz. el de los que asesinan por el bien de los otros. el de los que denuncian. el de las mujeres que han querido lucir hermosas. el de los que hablan en nombre de los pueblos. el de los que intentan, día con día, salvar el planeta. y el de todos aquellos que se esfuerzan inútilmente por cambiar algo, por ser distintos, por ser felices, por vivir...

quede este breve texto como una pequeña aportación al museo.


citas tomadas de: "El museo de los esfuerzos inútiles" de Cristina Peri Rossi
imagen: "el mito de sísifo" de Tiziano