“la felicidad existe, dijo la voz desconocida, y puede que
no sea más que esto, mar, luz y vértigo”. ahí estaban los cinco viajeros, joaquim, josé, joana, maría y pedro, aferrados al borde del abismo,
contemplando en medio del asombro cómo la tierra, en efecto, se había partido
de tajo, desprendiendo la península ibérica del resto de europa.
de un día para otro, españa y portugal se encuentran
irremediablemente separados del resto del continente y empiezan a alejarse mar
adentro como si de una gigantesca embarcación se tratara. si bien el
inexplicable fenómeno colapsa la vida de los habitantes en ambos países, también
es cierto que la curiosidad, el instinto, la belleza, la intuición, la
espontaneidad, la capacidad de hermanarse en los infortunios y todas aquellas
cualidades que hacen de los seres humanos personajes fascinantes, transforman
la tragedia en un viaje entrañable.
a lo largo del recorrido de la balsa de piedra en la que se ha convertido la península ibérica,
primero hacia las azores y luego hacia el norte de américa, josé saramago nos
interna en las reconditeces de la geografía española y portuguesa, pero sobre
todo en las reconditeces de nuestra condición humana, a veces tan errática como
contradictoria, impredecible y con una capacidad ingente para seguir
asombrándonos aún cuando creemos que lo hemos experimentado todo.
después de tanto tiempo de habitar este planeta, pareciera
que la humanidad sigue como al principio, y su terrible tendencia a la
autodestrucción, lo mismo que a la soberbia, en fin, a no querer reconocerse en
los otros, no es más que ese terror primero de hallarse solo en un mundo
inexplicable de tan maravilloso. “sería todo más fácil de entender si
confesáramos, simplemente, nuestro infinito miedo, el que nos lleva a probar el
mundo de imágenes a la semejanza de lo que somos o creemos ser, salvo si tan
obsesivo esfuerzo es, al contrario, una invención del coraje, o la simple
obstinación de quien se niega a no estar donde el vacío esté, a no dar sentido
a lo que sentido no tiene. probablemente, el vacío no puede ser llenado por
nosotros, y eso a lo que llamamos sentido no pasará de ser un conjunto fugaz de
imágenes que en cierto momento parecen armoniosas, o en las que la
inteligencia, presa del pánico, intentó poner razón, orden, coherencia”.
los protagonistas de este viaje fantástico, joaquim, josé, joana, maría y pedro, deambulan entre estas imágenes fugaces, en las que, desde
luego, resplandece el amor, pero también un cierto sentido de compasión capaz
de anular fronteras e idiomas, de hermanar historias y conciliarnos mediante lo
que sí tenemos en común.
al final del viaje, el destino es incierto –cuándo no lo
es–, pero prevalece, con un lejano olor a certeza el hecho de que “tal vez el
hombre sea ese animal que no puede, o no sabe, o no quiere ser consolado, pero
ciertos actos suyos, sin más sentido que parecer que no lo tienen, sustentan la
esperanza de que el hombre vendrá un día a llorar en el hombro del hombre, probablemente
cuando sea demasiado tarde, cuando ya no haya tiempo para otra cosa”. tal vez
esa esperanza sea la prueba irrefutable de que la felicidad existe. mientras podamos
enfrentarnos al mar, a la luz, al vértigo, al abismo, de la mano del otro, no
llegará a ser demasiado tarde.
Saramago, José. La balsa de piedra. Trad. Basilio Losada. España: Suma de Letras, 2001.
Imagen: Jacek Yerka
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