Hay imágenes y situaciones frente a las cuales se despierta algo muy turbio de la naturaleza humana. Los últimos años de México han estado repletos de momentos después de los cuales nada vuelve a ser igual. En algunas personas ese algo turbio encarna en un deseo de venganza irrefrenable y en otros, en un monstruo interno que los va consumiendo en medio de la ira y la indignación. Algunos atienden al llamado activamente, protagonizando acciones tan atroces como las que los han conmocionado; los más, nos vamos por los días intentando encontrar un resquicio de solaz –y esperanza, tal vez– entre la frustración y las posibilidades pacíficas de hacer una diferencia.
Ira, venganza, ansias de poder, ansias de justicia, son tan sólo unos cuantos términos para ir acercándonos a la noción de lo que es, y puede llegar a ser, eso que Don Winslow llama el poder del perro. A veces surge de ver cómo en unos cuantos minutos la vida y todo lo que has llegado a amar se destruye ante tus ojos. Otras veces, las peores, viene de ir probando muy lentamente el poder en sus muy diversas facetas, hasta llegar a creer que la vida del otro te pertenece.
El poder del perro (The power of the dog, 2009) de Don Winslow encuentra su origen en una sola imagen: “El punto de partida, el primer impulso, me vino luego de leer acerca de una masacre de niños y mujeres, por un asunto de drogas, que tuvo lugar en Baja California, en México, en 1988. Me pregunté entonces cómo se podía llegar a ordenar la ejecución de algo así, cómo llega alguien a este punto. Supongo que escribí El poder del perro buscando una respuesta. Y lo cierto es que todavía estoy buscándola. Si alguna vez la encuentro, me encantará poder compartirla con todos ustedes”.
En lo que llega la respuesta, Winslow nos ofrece una historia novelada muy similar a la del México de las últimas décadas. Desde el auge de las plantaciones de amapola en los años setenta en Sinaloa, hasta la sucesión de capos del narcotráfico de los principales cárteles en este comienzo del siglo XXI, El poder del perro presenta la compleja lucha por mantener y adquirir más poder en un país donde las raíces del crimen organizado se hunden hasta lo más profundo de su vida política y eclesiástica; donde las fronteras geográficas adquieren dimensiones muy distintas cuando se trata de traficar armas, droga y personas.
A través de un argumento tan intrincado como fascinante, accedemos a la vida privada de los capos de Sinaloa, Tijuana y Guadalajara, lo mismo que al famoso Hell’s Kitchen neoyorkino, a los campamentos de las FARC y las plantaciones de coca colombianas, y a las altas esferas de la prostitución en California. Siguiendo la trayectoria del agente de la DEA Art Keller y su obsesión por vengar la muerte de su compañero Ernie Hidalgo a manos de los Barrera (dueños y señores de la plaza de Guadalajara en los setentas), Wislow despliega tres décadas de corrupción, pactos con el PRI y disputas entre cárteles, destacando momentos clave en la vida económica y política del país, como el terremoto del 85, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el del Cardenal Posadas Ocampo, y las respectivas aprehensiones, muertes y movimientos de algunos de los más renombrados narcotraficantes: Amado Carrillo Fuentes, los hermanos Arellano Félix y el “Neto” Fonseca, entre otros.
Lejos de entregarse ciegamente a la versión maniquea de policías contra narcos, Winslow se adentra en ese laberinto de la condición humana donde aún hay cabida para el amor, la compasión, la fidelidad, el arrepentimiento y la solidaridad, en medio del deseo de venganza y el instinto de sobrevivencia. Aunque son repetidas y en extremo violentas las escenas de torturas y asesinatos en la novela, Winslow logra un equilibrio casi perfecto entre la sordidez inherente al contexto y al modo de proceder de las mafias, y esa veta humana incluso presente en el más despiadado matón a sueldo. Por fortuna no hay regocijo en la imagen descarnada, sólo una racionada dosis de crueldad y situaciones –por desgracia- muy bien documentadas.
Más allá del tono y la estructura por demás comerciales, una de las grandes virtudes de El poder del perro reside justamente en sus personajes, en su capacidad de absorberte por completo y ubicarte, como lector, en esa misma encrucijada: cobrar venganza o no, plata o plomo, morir o matar, traicionar o morir. Al final, sabemos en qué termina la historia (el 2010 y el 2011 mexicanos dan perfecta cuenta de ello), sin embargo, lo que queda es eso otro, un volver sobre la historia reciente dimensionando sus aspectos más recónditos y, en especial, un resquemor individual por no saber si en una situación extrema seríamos capaces de resistir al poder del perro.
Winslow, Don. El poder del perro. Trad. Eduardo G. Murillo. México: Random House Mondadori. 2009.
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