en instantes memorables
de los que no existe el recuerdo.
¿cuándo conocí el mar?
crónica 2*
apenas hoy aprendí que la música del mar es el suspiro último de las olas
su armonía nace de esas muertes
cementerio de olas es el mar
frente a él re-tomo-conozco los versos del primer libro de crónicas, en cuya segunda parte (visión de asas) víctor manuel cárdenas tiende un soplo de vida
-extraña y nueva-
a los diversos estadios del ser enfrentado a los misterios marinos de la infancia
los reencuentros filiales
la hipnótica contemplación de lo erótico
la ancestral/terrible conciencia del mar
cuando digo mar
no sé si es tu cara
o tu espalda.
(crónica 5)
no sé si es tu cara
o tu espalda.
(crónica 5)
el mar
yo podría repetir su nombre por siempre
vierte su aliento sobre el cuerpo en semilla
que habrá de brotar -como fuente de luz-
na-ser
en que también regresaremos a comprobar que "la infancia es una escalera"
[...]
lo escribió mi padre
con voz
de quien se sujeta
a la muerte.
pregunté: "¿sube o baja?"
abrió los ojos y murió
como quien da vuelta a una página.
(crónica 3)
a las preguntas tempranas vienen las otras preguntas
con algo del desencanto de lo que se asoma a su ocaso
hace tiempo que arde en mí
un silencio que rueda
y los pasos de una estación
robada por la lluvia
¿qué es lo que perdí?
(crónica 7)
pero también viene el cuerpo:
mar contenido en fabulosa red de manos infinitas
juego mortal de malabares
-quizás la red del otro espere abajo-
juego en estas playas
gozo del aire
me baño de hermosura y salud
morena
corro embriagada de bienestar:
el mar me hechiza.
crónica 7
luego del cuerpo, el descanso
y a pesar de él, la invencible búsqueda
(yo te sigo buscando, mar, y salgo de mi infancia
para buscar tu casa)
para buscar tu casa)
(crónica 5)
el final es siempre el mismo: inicio y perpetuación
hoy, arena, contemplo el mar
y todo empieza.
(final)
yo también he vuelto al mar.
*todos los poemas han sido tomados del "primer libro de crónicas" de víctor manuel cárdenas publicado por la editorial katún en 1983


¿Por qué tenemos que quedarnos tan solos? Pensé. ¿Qué necesidad hay?... ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los seres humanos para seguir rotando?... Las estrellas visibles permanecían inmóviles, cada una en su lugar, como clavadas en el cielo. Cerré los ojos, agucé el oído y pensé en los descendientes del Sputnik que cruzaban el firmamento teniendo como único vínculo la gravedad de la tierra. Unos solitarios pedazos de metal en la negrura del espacio infinito que de repente se encontraban, se cruzaban y se separaban para siempre. Sin una palabra, sin una promesa.