miércoles, 3 de junio de 2009

donde la luna ilumina las sombras (no. 36)

para N. (May Kasahara)
que cree en los gatos y
en los que hablan con los gatos,
en el mundo felino,
en la sección amarilla,
en las líneas al azar...

es grato pensar que existe un otrolugar en el que se encuentra ese otroverdadero que somos

es mejor cuando una llega a creer que realmente existe

leer a Murakami es acceder provisionalmente a todas las formas que ese otrolugar puede llegar a tener,
porque también, desde nuestra orilla-lectora, somos personajes solitarios y escindidos
dividos por el hachazo de la ola invisible que un momento cualquiera nos aterra y nos conmueve,
nos devora para siempre y nos ultraja

volver a Murakami es reencontrarse con lo que uno ha perdido de sí sin darse cuenta, con los sueños olvidados, con las fantasías que nunca nos atrevemos a imaginar, con la orilla a la que, yo, no sé, si quiero llegar alguna única vez


***
Kafka en la orilla
cuando tu estás en el borde del mundo
yo estoy en el cráter de un volcán muerto
a la sombra de la puerta
se yerguen las palabras que han perdido sus letras

al dormir, la luna ilumina las sombras
pececillos caen del cielo
al otro lado de la ventana
hay soldados con el corazón endurecido

Kafka está sentado en una silla a la orilla del mar
pensando en el péndulo que hace oscilar el mundo
cuando el círculo del mundo se cierra
la sombra de la esfinge sin destino

se convierte en cuchillo
y atraviesa tus sueños
los dedos de la niña ahogada
buscan la piedra de la entrada
alza las mangas de su vestido azul
y mira a Kafka en la orilla del mar


la orilla del bosque, la orilla del mar, la orilla del amor, la orilla del deseo, la orilla de los objetos perdidos
todo se vuelve orilla cuando aceptamos que esta cotidianeidad es insuficiente
¿la nada se incrementa?, pregunta Nakata: el hombre que habla con los gatos, el que se permite todas las preguntas (todas: las de los locos y las de los niños, las de los niños locos que hablan con los gatos)
estar en la orilla es tener la voluntad para no volver a ser el mismo-lo mismo

***
a la par con la voluntad está la profecía
el designio de los dioses
la fatalidad nombrada por el oráculo
creer en ella o no es lo de menos
lo importante es emprender el viaje y avanzar,
así lo ha entendido Kafka Tamura, el joven de 15 años que escapa de la casa paterna en Tokio hacia cualquier sitio, hasta una biblioteca donde quizás habrá de encontrarse con una parte de sí perdida veinte años atrás, en el mar...

la otra cara de la profecía encarna en Nakata, sí, el hombre que habla con los gatos y que siendo niño, luego de un extraño episodio que lo dejó inconsciente en medio del bosque durante la segunda guerra mundial, perdió la facultad de leer a cambio de la de hablar con los gatos
(todavía no he decidido si es o no un trato justo)

cada uno emprende su propio viaje [mítico]
su propia búsqueda hacia es otrolugar: orilla de mar, de volcán, orilla de sí, orilla de nada que se expande
hacia el encuentro con todo lo perdido sin remedio sólo para mirarlo por una última vez
y no volver atrás


***
que nosotros vayamos decayendo y perdiéndonos se debe a que el mecanismo del mundo, en sí mismo, se basa en la decadencia y en la pérdida. y nuestra existencia no es más que la silueta de este principio. el viento sopla. podrá ser un viento violento que asole los campos o una brisa agradable. pero ambos irán perdiéndose, desapareciendo. el viento no tiene cuerpo. no es más que el término genérico del desplazamiento del aire. tú aguzarás el oído. entenderás la metáfora- le dice Oshima (el joven hemofílico que en realidad es una chica cuyo cuerpo de mujer sencillamente no se manifiesta) a Kafka Tamura,
pero también sabemos que el aire y el viento no son sólo nombres cuando el mito se vierte sobre ellos y sobre nosotros, cuando las coincidencias de un sitio/nombre/rostro/tiempo a otro se sincronizan con la precisión estremecedora de los felinos cuando deciden mirar a quien les pertenece.


*citas tomadas de "Kafka en la orilla" de Haruki Murakami, México: Tusquets Editores, 2006.

1 comentario:

Elizabeth dijo...

Y sigo aquí, en la orilla, embelesada por la canción del mar, que a veces -y sólo a veces- amenaza con llevarme.