para Inés
Advertencia
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pides que te escriba un cordero y yo digo que no. Primero, porque la palabra
cordero necesariamente tiene un acento (bastante fuerte) de precandidato
panista a la presidencia. Así que será un borrego, sin ninguna implicación de
dejadez ni de seguir a la manada ni cosa por el estilo. Un sencillo –que no
simple– borrego. Segundo, de acuerdo con la fuente primaria de donde proviene la
petición, el Principito le pide al piloto un cordero, uno que viva mucho tiempo
y sea del tamaño justo para habitar en su planeta, de ahí el rechazo abierto a
aceptarle la boa digiriendo al elefante. Bueno, entonces mis borregos –o las
cajas que los contengan, según sea el caso– irán delineándose desde el tuyo (tu
planeta, no tu borrego). Tercero y último, imagina que cada borrego es como
otro planeta y cada otro planeta es como otra ciudad y que así como Campeche es
el ejemplo más cercano, más bien el único que tengo del tipo de borrego que
quieres, sólo puedo ofrecerte borregos viajeros.
Agrego
un cuarto, una especie de posdata, porque he decidido incluir también otros
escritos que, aunque no cumplen con la naturaleza de los borregos antes
descritos ya que habrá algunos ubicados en tu muy conocida Ciudad Blanca, sí que
guardan en su interior la voluntad de ser compartidos [contigo]. Octavio Paz
tiene una “Pequeña crónica de grandes días”, yo sólo te ofrezco, pues al
parecer la pequeñez de estas páginas no será tal y los días se hacen breves
cuando los atraviesa la fascinación ante la vida, esta “Mediana crónica de
pequeños días”.
Decir Xalapa
El
primer borrego viajero[1]
será de la ciudad de Xalapa, aunque quizá podría desplegarse en varios, pues la
ciudad es diversa, polifacética y multicomplicada. Empiezo desde lo más
general: Xalapa, capital del Estado de Veracruz es también conocida como “La
ciudad de las flores”, la “Atenas veracruzana” y, para los cuates, la “Apenas
veracruzana”. Curioso es que para ser ciudad capital es demasiado pequeña (apenas
más grande que el B 612) y no tiene mayores posibilidades de crecer porque las
montañas se lo impiden. La capital debería ser el Puerto de Veracruz, pero
alguien alguna vez instituyó en uno de esos papeles importantes (tipo la
Constitución y así) que un puerto no puede ser capital de un estado; por eso,
el ser en sí del Puerto es su más grande limitación. Todo, como podrás advertir,
se reduce a un problema ontológico.
La
ciudad de Xalapa, te decía, es bastante contradictoria, misteriosa y
fascinante. Su nombre viene de Xalla-a-pan (agua en el arenal), ya que sus
barrios originales se encontraban entre arenales por donde fluía el agua. En el
centro de la ciudad aún sobreviven algunos de estos barrios, como el de
Xallitic, situado debajo de un puente y acondicionado como un parque rodeado de
árboles, cafecitos y unos inexplicables lavaderos públicos. La idea de la
“Ciudad de las flores” le viene bien. La vegetación todavía es un tanto
exuberante, sobre todo en la zona universitaria donde se encuentran las
oficinas de la rectoría, el estadio y las facultades de arquitectura, economía,
biología y derecho de la Universidad Veracruzana. Atrás de la rectoría está la
zona de los lagos: un conjunto de tres largos lagos artificiales en los que se
han estado cultivando nuevas formas de vida inter y extraplanetaria[2].
El agua en ellos es verde, de un verde alga, de un verde alga radioactiva, sin
llegar al tono criptonita. Es un agua más bien espesa, casi coloidal, en la que
sin embargo circulan, ya sea en su interior o muy por la superficie, peces,
patos, garzas, gansos y gansitos, y a veces, uno que otro infortunado borracho.
La calidad del agua no es producto del descuido ni la falta de planificación. Al
contrario. Letreros ubicados estratégicamente a lo largo de los lagos
advirtiendo que los seres vivos en ellos no son para consumo humano, es clara
evidencia de que hay un orden bien dispuesto.
La
zona de los lagos es emblemática y día con día muestra ciertas modificaciones acordes
con las demandas y necesidades de la sociedad. Por ejemplo, puesto que ahí
confluyen varias escuelas de todos los niveles no es extraño advertir,
apostados a la sombra de los floripondios[3]
en flor, múltiples parejitas intercambiando diversidad de mercancías tangibles
e intangibles (unas mucho más tangibles que otras, desde luego), así que la
municipalidad decidió hacer los encuentros más confortables instalando unas
banquitas de concreto duro y plano a la orilla de los lagos que, bajo el sol
del medio día, constituyen el sitio idóneo para aspirar las emanaciones del
agua verde, radioactiva, y de paso, asarse el trasero. De repente también
improvisan puntos de entretenimiento en torno a esta imitación de natura, como la tirolesa que pasa por
encima de todo el primer lago y en la que, si gozas de unos cuantos kilos de
más, puedes refrescar tus posaderas (después de haberlas asado en las bancas) en
el agua unos cuantos metros antes de llegar al otro lado. O los conciertos de
fines de semana organizados en la plataforma flotante situada frente a las
gradas-escaleras para bajar al primer lago. Un sábado me tocó el de una chica, en
plenitud de la pubertad, interpretando todos los éxitos de Fanny Lu y otras
destacadas figuras de la música contemporánea, que bailaba y cantaba invitando
al público a acompañarla con la letra e incluso a subirse a la plataforma a
danzar con ella. Sólo unos cuantos chiquillos de entre 3 y 6 años acudieron al
llamado. Fue todo un éxito.
Más
allá de esta área, las flores y la vegetación están por todas partes. Es
curioso ver orquídeas creciendo al pie de las banquetas, helechos aferrados al
cableado eléctrico, las cornisas, la parada del camión; margaritas, hortensias
y otros muchos tipos cuyos nombres desconozco pero de las cuales puedo
aventurar una bonita descripción. Abundan en los arriates unas flores que
pueden ser blancas, rosas, guindas o una mezcla de ambos colores, surgen de
unos arbustos de hojas verde oscuro y tienen los pétalos en forma de mariposas
a punto de emprender el vuelo; hay otros sumamente intrigantes, son rojos o
amarillos y semejan unos camarones (de los grandes que quedan estupendos
empanizados) pero sin los ojitos, y hay otros más que salen de unos árboles
medianos y son idénticos a un cepillo para lavar biberones o botellas, son de
color rojo carmín y aún no identifico si son flor o fruto, hoja o semilla.
17 de marzo 2012
[1]
Nótese que con la expresión “el
primer borrego” me estoy comprometiendo a la emisión de más de uno, lo cual
puede resultar en algo tramposo (para mí, que no de mi parte), ya que es
bastante difícil regresar a este tono en medio de las lecturas obligatorias del
doctorado. Por ejemplo, después de leer que “la palingenesia renacentista
facilitó la expansión de Europa y fue decuplicada por la palingenesia del
Iluminismo que sentó las bases de la dominación universal” (Rama 24), una
termina plena y francamente desmotivada. Lo que quiero decir es que lo
intentaré.
[2] Esta es, desde luego, una hipótesis muy
personal. No dispongo al momento de documentación que la respalde, aunque sí de
ciertos datos meramente empíricos en los que se fundan mis sospechas. Tal vez
después regrese al planteamiento de este problema o tal vez no.
[3] El floripondio es una especie que goza
de mucha fama en Xalapa. Dice la RAE que es un "Arbusto del Perú, de la
familia de las Solanáceas, que crece hasta tres metros de altura, con tronco
leñoso, hojas grandes, alternas, oblongas, enteras y vellosas, flores
solitarias, blancas, en forma de embudo, de unos tres decímetros de longitud,
de olor delicioso, pero perjudicial si se aspira mucho tiempo, y fruto
elipsoidal, con muchas semillas pequeñas de forma de riñón". Ajá, pero su fama
no radica en su parentesco con las solanáceas, sino en esos efectos
perjudiciales. Las anécdotas son muchas acerca de la gente (sobre todo
estudiantes) que ha comido, bebido el té o fumado sus flores y los tremendos
efectos alucinógenos, de entorpecimiento de las funciones motrices y
experimentación de diversos grados de inconsciencia que produce su consumo. La
verdad es que las flores son muy lindas, recuerdan a las de Alicia en el país
de las maravillas, y su olor, ciertamente, es muy seductor.