jueves, 21 de enero de 2010

problemas de espacio (no. 42)

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intro [a la manera de Nid]
creo sólo en algunas voces y en muchos relatos
creo en las paredes claras (siempre mis cómplices), en las cortinas oscuras y en la luna que se desgaja en los cristales de mi ventana
creo en las calles que han perdido sus nombres, en la salitre y el polvo de los días, en los hoyos de la capa de ozono y en el sudor del asfalto
creo en los gatos en las cocheras, en los espejos, en el anonimato del perro y en la bondad del reloj que de pronto se detiene
creo en el caos del universo y la sintaxis metafísica, en el espíritu de los objetos sin dueño, en el poder de la lluvia para ahuyentar fantasmas y en todas mis pesadillas
creo en el mundo mineral y sus misterios, en los nombres falsos, seudónimos, heteronimos y homónimos por igual
creo en las ciudades grandes de casas pequeñas, en las alcantarillas, en las lámparas de papel de china, en los botones policromos de los departamentos de juguetería y en los limpiadores de piso con aroma a frutas
creo en la música del silencio, en los pueblos de mi infancia, en la espesura de mi sangre y sus bajos niveles de hemoglobina
[yo también] creo en los besos, en los calendarios, en el incienso, el copal y en todos los insecticidas
creo en el pájaro que da cuerda al mundo, en las ausencias, en todos los objetos perdidos, en los teatros vacíos y en las sombras que se filtran por debajo de las puertas
creo, en fin, en el espacio que cada uno [re]crea con el solo roce de su cuerpo y modifica el curso de las cosas en el universo...

*
lo que comanda el relato no es la voz: es el oído, dice el Marco Polo de Italo Calvino
el problema con el espacio es que, al igual que los relatos, depende en gran medida de quien lo perciba
o al menos así se lo explica Marco Polo a aquel emperador melancólico que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina: el Gran Kublai Kan, a quien el viajero también invita a la recreación de

las ciudades invisibles
[de Italo Calvino]

ciudades invisibles/ciudades imposibles: no pueden ser ni ser vistas, pero sí evocadas y aprehendidas por la humana imperfección a partir de uno de los pocos recursos vigentes para sobrevivir a los espacios que nos constriñen y llegar a transformarlos: el de las palabras que nombran, renombran e inventan un nuevo modo de mirarnos

A veces me parece que tu voz me llega de lejos,
mientras soy prisionero de un presente vistoso e invivible
en que todas las formas de convivencia humana han
llegado a un extremo de su ciclo y no es posible imaginar
qué nuevas formas adoptarán. Y escucho por tu voz las razones
invisibles de que vivían las ciudades y por las cuales,
quizá, después de muertas, revivirán.
*
todas las ciudades invisibles tienen nombre de mujer:
Eudossia, Cecilia, Raissa, Adelma, Otilia, Smeraldina, Melania, Leandra
quizás por eso también llevan implícito un misterio y el eco entrañable de los aspectos que suelen dar forma a la vitalidad humana,
quizás por eso las ciudades invisibles no son ciudades o espacios en sí, sino que llevan consigo el sello de la memoria, del deseo, del nombre, de la muerte, del cielo y de lo secreto
son geografías cuya disposición no puede ser nunca lineal, porque se erigen como versión concreta de lo imposible, contradictorio, espiral y reflejo que es el fractal de vida que de nosotros parte y a nosotros regresa

El catalogo de las formas es interminable:
hasta que cada forma no haya encontrado su ciudad,
nuevas ciudades seguirán naciendo.
*
las ciudades invisibles, al igual que los espacios en los que creemos, se contienen a sí mismas, son microscópicas, son reflejo de sí, se explanden en círculos concéntricos, son felices y tristes al mismo tiempo,
son ciudades laberinto, ciudades misterio, ciudades enterradas, ciudades de las que es imposible escapar,
ciudades que no existen más que cuando alguien cree en ellas,
son ciudades de agua, piedra, cristal,
ciudades aéreas apenas sostenidas por un par de zancos,
son trazo terrestre de los caminos del cielo,
son ciudades telaraña suspendidas en el aire
y, a veces, sólo despiertan para volver a nacer cada mañana
son el espacio que llegamos a hacer propio y habitar por encontrar en él un signo que nos evoca

*
El infierno de los vivos no es algo que será;
hay uno, es aquel que existe ya aquí,
el infierno que habitamos todos los días,
que formamos estando juntos.
Dos maneras hay de no sufrirlo.
La primera es fácil para muchos:
aceptar el infierno y volverse parte de él
hasta el punto de no verlo más.
La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos:
buscar y saber reconocer quién y qué,
en medio del infierno, no es infierno,
y hacerlo durar, y darle espacio.
*
...creo también en este infierno, en la segunda manera de no sufrirlo, en todos los que he podido reconocer en medio de él y en las ciudades invisibles construidas para hacerlos durar y darles un espacio


cursivas: Italo Calvino. Las ciudades invisibles. [versión digital pdf]
imagen: "ad parnassum", paul klee