jueves, 16 de octubre de 2008

"el recuerdo de un olvido" (no. 27)

como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. y quisieron compartirlo. entonces inventaron el amor.
el resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.

con esta encantadora y terrible comparación inicia, discretamente, "donde habite el olvido" de luis cernuda
y desde este título se hace evidente el diálogo con la rima LXVI de bécquer:
[...]
en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba

diálogo que poco a poco adquiere la brillante confesión íntima de ese cernuda en una primera etapa de enamoramientos voraces
de afanes
anhelos vehementes en torno de ese amor que es mar


de ese mar que es
[...] un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.
es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.


de ese amor que adquiere la apariencia del ángel:
es un angel y es terrible,
pero no con la elevación de los ángeles de rilke
sino con la terrenalidad de lo que es posible poseer
aunque sea efímeramente


tú fluyes en mis venas, respiras en mis labios,
te siento en mi dolor;
bien vivo estás en mí, vives en mi amor mismo,
aunque a veces pesa la luz, la soledad
[...]
estás conmigo como están mis ojos en el mundo,
dueños de todo por cualquier instante;
mas igual que ellos al hacer la sombra, luego vuelvo,
mendigo a quien despojan de su misma pobreza,
al yerto infierno de donde he surgido.
el deseo es ausencia/ no hay amor sin deseo
el amor no envenena,
aunque como un escorpión deje los besos;
el placer no es naufragio,
aunque vuelto fantasma ahuyente todo olvido.
aunque la memoria insista
el mismo cernuda suelta la pregunta sabiendo la respuesta:


¿qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido.
memoria pertinaz de un olvido
que insiste en no soltar su propia ausencia
que agobia como el mar
como los ángeles
como la misma muerte
voy a morir de un deseo,
si un deseo sutil vale la muerte;
a vivir sin mí mismo de un deseo,
sin despertar, sin acordarme,
allá en la luna perdido entre su frío.
imagen: the red model, magritte.

martes, 7 de octubre de 2008

"el teatro que yo quiero" (no. 26)

Entre la memoria del agua:
entrevista a Concepción León Mora

Recuerdo las rosas cayendo al agua
el agua cayendo al cuerpo
el cuerpo mojado solo
el viento rugiendo herido
y mi madre cantando
mientras me cubrían las rosas.

Después de un par de años vengo a reencontrarme con Mestiza Power, obra de teatro con raíces yucatecas de Conchi León Mora. Encuentro en la voz de la mujer mestiza una memoria que fluye, un recuerdo yendo y viniendo de algún sitio muy cercano, como el ligero vaivén de una hamaca cómplice donde he guardado todos mis secretos. Luego, es la voz de Conchi la que viene a confirmar esa memoria compartida, llevada a escena con el humor espontáneo de lo honesto, con la vitalidad de lo entrañable y donde lo yucateco viene a configurar un espacio para reír y admirar la belleza de lo que todavía somos. Tal vez, lo que más me ha encantado son las palabras de Conchi, su risa fácil, su visión de la mujer (mestiza) y del mundo, su voluntad para hacer teatro y para seguir siendo ella.

K.M: Aquí en Mérida se han representado tres obras tuyas con raíces yucatecas: Mestiza Power, Tolok Paradise y Las creyentes. Las dos primeras surgen a partir de situaciones reales como las entrevistas que haces a algunas mestizas y en el caso de Tolok… las denuncias publicadas en El diario del comisario. ¿De qué manera es que logras llevar esa realidad tan dispersa, tan volátil a veces, a la escena?
C.L: Yo creo que trato de encontrar el reflejo en mí misma de lo que estoy encontrando. A veces creo que tendemos a poner en un altar nuestra cultura y precisamente por eso creo que fallan muchas obras regionales o de investigación, obras que de pronto caen en el maniqueísmo de decir que la mujer maya es intocable, cuando la mujer maya está junto a ti vendiendo mandarinas. Cuando empiezo a escribir, para mí no cabe colocarlas en un nivel superior, qué nivel más alto que el humano: este es el nivel que yo le doy siempre al personaje. A un nivel estructural, sí me han criticado que mis obras no tienen una estructura y demás, en mi cabeza sí hay un orden. En el caso de Mestiza Power yo pensaba que se hiciera una especie de recorrido por la infancia, la adolescencia, la vida de casada y la vejez de la mujer maya; luego montar las situaciones específicas de tres mujeres mestizas y al final, la leyenda que yo creo que es algo que todos hemos oído y que nos significa.
K.M: En relación con el nivel humano en el que ubicas a tus personajes, uno de los varios elementos que han llamado mi atención en Mestiza Power es ese contraste tan peculiar del carácter de las mujeres mestizas, en el que convive una violencia casi brutal, pareciera que inherente al personaje, y en la forma como esas situaciones violentas son asumidas con toda la naturalidad e incluso son motivo de risa. ¿De qué forma miras esta situación?
C.L: Pues lo que pasa es que eso somos las mujeres, como un caracol envolvente, pero que se envuelve a sí mismo en toda esta melancolía, en una misma dolencia. Esto que dices de asumir la violencia fue de las cosas más fuertes que me dejó una de las mujeres que entrevisté, cuando me dice: “su modo de mi marido es pegar”, como si fuera alto, chaparro, moreno; “mi marido es así, es borracho” y es una característica más, como si fuera el color de sus ojos. Eso es lamentable, pero sí, estamos inmersos en un mundo de violencia, las mujeres somos criadas así, si no es violencia física es violencia psicológica. Sin embargo, no creo que sea privativo de las mestizas, en general, creo que es de la mujer, esa como fortaleza exterior, de asumir las cosas como una especie de suerte, digo si volvemos a este rollo de que mi marido es mi cruz, que gracias a dios ya no se oye tanto, pero que sigue siendo vigente en la forma como se asumen esas situaciones, como una especie de autocastigo, como una cosa más de la vida. Por eso me gusta tanto el universo femenino, me apasiona tanto porque es tan complejo, y pues porque nos duele del mismo lado, nos causa la misma melancolía.
K.M: Hablando de este universo femenino plasmado en tus obras, tanto en la trilogía como en la Crónica de un presentimiento, en Todo lo que encontré en el agua y en El ombligo del agua, otro de los elementos recurrentes es precisamente el agua, el agua como símbolo por excelencia del universo femenino. ¿Qué representa para ti?
C.L: Es mi máxima obsesión el agua, no lo puedo evitar. Desde hace tiempo, por ejemplo, Laura Zubieta y yo hacíamos un performance que consistía en una escena donde entraban dos mujeres en ropa interior y simplemente se iban vistiendo, mientras una se ponía las medias, la otra se lavaba los pies, mientras una se colgaba el bolso, la otra se ponía el rebozo, finalmente estas mujeres entraban desnudas y salían vestidas, una como indígena tzotzil y la otra como una mujer de calle. Desde entonces ha estado muy presente el agua en mi trabajo. Todo lo que encontré en el agua, empieza donde dos personajes, una colegiala y un hombre de cuarenta años, son sumergidos en unos cubos llenos de agua, esa fue la primera imagen que tuve de la obra; cada vez que los sacaban, decían lo que habían encontrado ahí dentro: “burbujas”, “oleaje”, “golpe”, “profundidad”, “abismo”. Al principio no me explicaba esta escena, hasta que entendí que los estaban torturando, luego escribí la obra, que es la más reciente y ahí también sigue estando el agua. Es una obsesión, el sonido del agua, el agua en escena me parece lo más bello del mundo. Me critican pues, porque siempre uso los mismos símbolos pero bueno, por qué no puedo usar los mismos símbolos.
K.M: Además del agua, también empleas en forma recurrente la hamaca, ¿no?
C.L: ¡Ay, pues es que la hamaca es un universo! En El ombligo del agua, la escenografía consiste en cuatro hamacas ubicadas en distintos niveles, como si fueran cuatro pisos, inclusive hay un personaje que camina encima de una y otra hamaca como si estuviera bajando un piso. Para mí, te digo, la hamaca es un universo, es donde somos concebidos, donde nacemos, donde están nuestros más profundos deseos, donde estamos con nosotros mismos. En El ombligo del agua, incluyo una parte de una anécdota que mi papá me cuenta mucho: mi mamá estaba embarazada y él llegó, vio a mi madre montada en la hamaca, estaba dando a luz y se agarraba de otras dos hamacas que estaban hacia ambos lados, él la quiso ayudar y cargó a la bebé para pasarla a otra hamaca, pero cuando la tomó vio que tenía cola, la soltó y se fue corriendo a decirle a mi abuela que mi mamá había tenido un bebé con cola, era el cordón umbilical. Cuando regresó (esto es algo que me da mucha ternura), me decía: “tu mamá, como las perras, ya le había cortado la cola a la niña, ya la había bañado, estaba acostada en la hamaca con ella”. Yo me imagino a mi madre recién parida, meciéndose en la hamaca. Dime qué más puedes necesitar aparte de una hamaca. La hamaca puede ser todo, es todo: erótica, maternal, sensual… y de verdad me parece un elemento que ha quedado muy olvidado. No tengo los niveles como para hacer acrobacia o circo como de pronto he visto bailarines que hacen un trabajo así, de cualquier forma no lo necesitamos, bueno al menos el teatro que yo hago no lo necesita, es solamente encontrar la poética que tiene este elemento que a mí me parece maravilloso.
K.M: Ahora que comentabas esta anécdota, también se da mucho este juego entre pasado y presente en tus obras, en ellas siempre hay una vuelta hacia atrás, una insistencia por traer los recuerdos más entrañables, digo recuerdo como reconstrucción de las cosas que han pasado y de las que no, como una conjunción de imágenes casi evanescentes pero que de alguna forma logran concretarse en una representación.
C.L: Sí, lo que pasa es que yo escribo mucho de recuerdos, por supuesto que la memoria no es virginal, está aderezada de muchas cosas, pero no me puedo evadir. Yo tuve una infancia muy rica de cosas violentas, fuertes, pero son cosas que no he querido dejar morir, por eso siempre en mis obras hay parte de recuerdos de mi vida. Por ejemplo, en Mestiza Power, el personaje que ahora interpreta Madeleine Lizama dice en algún momento que querían que cambiara a su hija por quinientos pesos, eso se lo dijeron a mi mamá respecto a mí y es algo que no me puedo quedar; hay situaciones con mis hermanas, con la gente, cosas que de pronto entran en mi vida y que no puedo entender. Siempre digo que escribo lo que no entiendo, quizás para entenderlo, y en este sentido es que no puede ser que nos gane el olvido, tenemos que recuperar la memoria. Bueno, muchos dicen “rescatar”, yo detesto esa palabra, por qué rescatar, no son bomberos. No se trata de rescatar nada, se trata de, en un momento dado, si uno quiere, hacer presente la memoria.
K.M: Finalmente, ¿por qué hacer memoria a través de un teatro, no digamos regional para no perdernos en términos, pero sí con raíces y elementos yucatecos tan representativos?
C.L: Pues, cuando hago Mestiza Power, hay una respuesta muy generosa, sobre todo del público, sin embargo gran parte de la comunidad (teatral) la rechaza porque la consideran como un teatro que bordea la dramaturgia de nopales, que era casi un teatro de inditos, incluso que no era teatro, que era sociología. Entonces dije “ah, no les gusta, pues eso voy a hacer”, y de ahí decidí hacer la trilogía, aunque le paré en Tolok Paradise, Las creyentes la dirigió Paco Marín, no yo. La verdad es que me doy cuenta de esta hambre que tiene la gente de ver teatro regional y eso es algo que todos decimos, un teatro regional sin mentadas de madre, sin escatologías, sin chistes bajados de Internet unidos sin ningún sentido y otras cosas que sencillamente no acepto y por eso decido decirlo haciendo el teatro que yo quiero, no el que debe ser, sino el que yo quiero.

Entre los vericuetos infinitos de la memoria nos vamos perdiendo. Luego de más de cinco horas de charla, cada cual vuelve al sitio que la realidad del sábado por la tarde le ha deparado, Conchi quizás pensando en la presentación de Mestiza Power en el Olimpo, en sus proyectos personales, como dramaturga a nivel nacional e internacional; yo, con la memoria del agua haciendo remolinos en mis propios recuerdos.
Mérida, Yucatán, 2 de agosto de 2008
Imagen: Crónica de un presentimiento en: molinex.blogspot.com