viernes, 30 de mayo de 2008

dos rayos de luna (no. 16)


no sé cuándo fue la última vez que miré un rayo de luna
quizás fue en el mar
en boca del río
pero ahora no estoy segura de que esa noche hubiera luna
desde hace algunos meses he seguido los escritos de laura méndez de cuenca
escritora decimonónica más conocida por su relación amorosa con el poeta famosamente suicida
manuel acuña
que por sus poemas cuentos crónicas artículos novela
me ha llamado la atención un cuento en particular:
"un rayo de luna"
(-como el de bécquer- pensé)
como el de aquel loco romántico que pasa sus tardes
sus noches
con los sentidos abiertos sumergiéndose en la naturaleza como intentando develar sus secretos

en las nubes, en el aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las peñas, imaginaba percibir formas o escuchar sonidos misteriosos, formas de seres sobrenaturales, palabras ininteligibles que no podía comprender.
como el de aquel locoromántico
que se enamora de una mujer hermosa que, al igual que él, deambula por los bosques
y que ha sido iluminada por un rayo de luna
para que él la descubriera en medio de la noche

la media noche tocaba a su punto. la luna, que se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo más alto del cielo, cuando al entrar en una oscura alameda que conducía desde el derruido claustro a la margen del duero, manrique exhaló un grito leve y ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y de júbilo. en el fondo de la sombría alameda había visto agitarse una cosa blanca, que flotó un momento y desapareció en la oscuridad. la orla del traje de una mujer, de una mujer que había cruzado el sendero y se ocultaba entre el follaje, en el mismo instante en que el loco soñador de quimeras o imposibles penetraba en los jardines.

como buen romántico
al final llega el desencanto el engaño el reencuentro con las apariencias y con la verdad

aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuelto a brillar ante sus ojos, pero había brillado a sus pies un instante, no más que un instante. era un rayo de luna, un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía sus ramas.
el loco romántico advierte que todo ha sido una ilusión
un rayo de luna en el sentido más despectivo:
una nada
una mentira ridícula que viene a ponerle nombre a todo lo que para él ha dejado de tener sentido en la vida

-¡el amor!... el amor es un rayo de luna -murmuraba el joven.
-¡la gloria!... la gloria es un rayo de luna.

"un rayo de luna"
gustavo adolfo bécquer
(1836-1870)
pero el de laura méndez era otra cosa
diferente y no
era un diálogo con bécquer
como una respuesta quizás
compartir un re-encuentro
no era una noche tibia de primavera, de esas impregnadas de perfume de flores tropicales, de cielo dulcemente gris de color de perla con nubes encarrujadas en el horizonte, cuando el misterioso rayo de luna llenó mi alma de emoción hasta entonces nunca sentida; bien segura estoy de que las mordentes ráfagas de octubre habían despojado de sus hojas a los recios árboles, sin preocuparse de la suerte de los pobrecitos gorriones que entre hojas y capullos sabían fabricarse nidos de arquitectura tan perfecta como la de los palacios góticos y los castillos señoriales de la edad media.

aquí no hay paseos nocturnos por el bosque
pero sí la contemplación de la naturaleza
con sus misterios fantásticos y la imaginación abierta de quien la mira

la población de la ciudad fantástica era también de lo más extraño: hombres muy altos, mujeres blancas y deformes. una llevaba unidas a la espalda abiertas alas de halcón; otra se cubría la cabeza con descomunal casco romano.
aquí la luna no se finge objeto de deseo
sino que lo ilumina
lo insinúa en sus rasgos más sugerentes

de súbito, gruesos nubarrones plomizos que se empujaban unos a otros, arremolinándose hacia el occidente, dejaron en tinieblas el objeto de mi atención: la ciudad fingida en el volcán muerto. Entonces, un rayo de luna, un indiscreto rayo de luna que se enderezó hacia el bosque, dejóme ver ¡lo que nunca viera!: un airoso busto, una mano morena y nerviosa recorriendo los trastes de la guitarra y unos ojos negros como la sombra de los árboles, que me miraron abrasándome, y que yo siento me miran todavía.
lo insinúa
y luego lo desaparece a la vista de la espectadora
para dar lugar a una impresión todavía más entrañable
y triste

[...] el airecillo sutil, que seguía jugueteando entre las hojas, trajo a mi oído un preludio de guitarra, un acorde y, luego, los dulces ecos de una voz deleitosa y robusta, que entonaba una canción del país:
te vas y en la mar te meces
sobre las ondas de blanca espuma
que dora el sol;
mañana niña, estaremos
separados muy lejos,
tristes tú y yo.
"un rayo de luna"
laura méndez de cuenca
(1853-1928)

un rayo de luna, gustavo adolfo bécquer
un rayo de luna, laura méndez de cuenca: méndez de cuenca, laura. "impresiones de una mujer a solas". antología general. selecc. y estudio preliminarpablo mora [...] méxico: fce, fundación para las letras mexicanas, unam, 2006.
imagen: "cazadora de astros", remedios varo.

sábado, 24 de mayo de 2008

de vuelta al idilio (no. 15)


recuerdo que hace muchos años -casi quince- el "idilio salvaje" era el poema que siempre me saltaba de una antología que no sé quién había llevado a casa
en la portada habían hojas secas
pero no con con la nostalgia que se le ha atribuido tan torpemente al otoño
era más bien una hojarasca pequeñamente alegre
como para no pisarla
pensaba que el "idilio salvaje" era demasiado largo/demasiado complejo/no entiendo nada
además, el nombre de othón me parecía lejano
como que no era un nombre de hombre
sino de una cosa
de una cosa lejan(a)jena


ahora
mi reencuentro con ellos (con othón y con el idilio) resulta avasallador
indescriptible como el desierto en que se ahogan ese "yo" y sus palabras:
I
¿Por qué a mi helada soledad viniste
cubierta con el último celaje
de un crepúsculo gris?... Mira el paisaje,
árido y triste, inmensamente triste.

Si vienes del dolor y en él nutriste
tu corazón, bien vengas al salvaje
desierto, donde apenas un miraje
de lo que fue mi juventud existe.

Mas si acaso no vienes de tan lejos
y en tu alma del placer aún quedan los dejos,
puedes tornar a tu revuelto mundo.

Si no, ven a lavar tu ciprio manto
en el mar amarguísimo y profundo
de un triste amor o de un inmenso llanto.

V
¡Qué enferma y dolorida lontananza!
¡Qué inexorable y hosca la llanura!
Flota en todo el paisaje tal pavura
como si fuera un campo de matanza.
Y la sombra que avanza, avanza, avanza,
parece, con su trágica envoltura,
el alma ingente, plena de amargura,
de los que han de morir sin esperanza.

Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.
En un cielo de plomo el sol ya muerto,
y en nuestros desgarrados corazones
¡el desierto, el desierto... y el desierto!

VI
¡Es mi adiós!... Allá vas, bruna y austera,
por las planicies que el bochorno escalda,
al verberar tu ardiente cabellera,
como una maldición, sobre tu espalda.

En mis desolaciones ¿qué me espera?...
-ya apenas veo tu arrastrante falda-
una deshojazón de primavera
y una eterna nostalgia de esmeralda.

El terremoto humano ha destruido
mi corazón, y todo en él expira.
¡Mal hayan el recuerdo y el olvido!

Aún te columbro y ya olvidé tu frente:
Sólo, ¡ay!, tu espalda miro, cual se mira
lo que huye y se aleja eternamente.

manuel josé othón (1858-1906)
imagen: "la mano del desierto" de mario irrázabal, ubicada al sur de antofagasta

lunes, 12 de mayo de 2008

en torno a un tema erótico (no. 14)


te llevo en el corazón,
nimbada de mi sofisma.
julio herrera y reissig
tertulia lunática
herrera y reissig hablaba de la negra flor
de la lepra azul del idealismo con su erotismo cancerígeno-canceroso
que como un monstruo invasor del adentro
iba carcomiendo el corazón con su gangrena parasitaria
en 1910 muere herrera y reissig

(poeta uruguayo quien por cierto desde muy niño padeció una afección del corazón)
y nace concha urquiza, para quien el erotismo retomó los cauces místicos
las profundidades del amor divino/divinizado en su imposibilidad

te llevo en el corazón,
nimbada de mi sofisma

son las palabras que anteceden los cinco sonetos en torno a un tema erótico de concha urquiza y que trasforman el siniestro aneurisma de herrera y reissig en la quietud violenta de un amor terrible

III
[...]
cuando la sangre el corazón satura
de sólo tu sabor -término medio
en loco silogismo de amargura-,


inaccesible al implacable asedio,
como trozo de plomo en agua obscura
húndese el alma en silencioso tedio.
amor ya no ideal
sino perfecto en cuanto irrealizable
forjado en la fantasía
en la obsesión de las figuras recreadas
revividas en la memoria más punzante, la de los sentidos
II
[...]
multiplica en erótico miraje
la ciudad mi dolor y tu presencia,
y afluye la obsesión a la conciencia
en fatigado, turbador oleaje.


cuando aun la piedra exánime te nombra,
en vano retrocede mi suspiro
desandando el camino de tu sombra;
en vano te defiendo mi retiro:
roto estás en el polvo que lo alfombra
y en el aire de plomo que respiro.
memoria que también carcome
devoradora parasitaria de lo que por dentro nos sostiene
de lo que por dentro nos condena y salva
pesadilla ambivalente en medio del soñar que nos hace dioses
y no del pensar que nos asemeja a mendigos
(según recordaba hölderlin)
donde la duda brota finalmente
-en el centro del corazón- como una negra flor de erotismo
V
[...]
te he engendrado en mi lumbre y mi universo,
en tu forma plural he proyectado
la queja vaga y el afán disperso.

dudando está el espíritu sitiado
si eres mi sangre disculpada en verso
o mi dolor en carne figurado.

cinco poemas en torno a un tema erótico: tomados de el corazón preso de concha urquiza publicado por conaculta en 1990 en la tercera serie de lecturas mexicanas

jueves, 1 de mayo de 2008

máscara de esperas (no. 13)


la historia es sencilla: hanako y yoshida se reeencuentran, identifican los abanicos que mucho antes habían intercambiado y recuperan su amor

yukio mishima vuelve a la historia de hanako la mujer del abanico, pero ahora la recuerda triste, en una eterna espera
en espera del amor y la llegada de yoshio

jitsuko: "triste amor de una loca. es la estación x de la línea inogashira... en un asiento de la sala de espera de la estación x puede verse todos los días, con sol o con lluvia, a una loca hermosa que lleva un abanico en la mano [...]"

hanako sabe que vive para esperar mientras el resto de los rostros humanos desfilan ante ella
como llevando máscaras vacías
como recreando la muerte
la muerte que es esperar

hanako: yo nací para esperar, ¿no es cierto? [...] mi cuerpo está lleno de esperas. a las flores del atardecer les llegan las tinieblas de la noche; a las flores de la aurora les llegan siempre las mañanas; pero yo espero; sí, espero, y mi cuerpo está lleno de hojas de pino que me lastiman. los hombres, ¿no viven esperando y haciendo esperar? (señala su cuerpo con el dedo) ¿este es mi cuerpo? ¿soy una ventana que no se cierra? [...] ¿se pude vivir sin dormir? ¿soy una muñeca que no duerme?
el sueño no anula la espera
la prolonga
el desencanto vertido por mishima suspende el tiempo
y por momentos un dejo de esperanza pareciera asomar a través de la ventana del cuerpo de hanako
hanako: así pareceré una pequeña isla que está durmiendo
[...] en esa isla la luna sale de día y el sol ilumina en la noche, y de nada sirve el reloj. yo también desde hoy tiraré el reloj.
jitsuko (desalentada): ¿por qué?
hanako: así ya nunca más saldrá el tren.
sin embargo, la fatalidad termina imperando
en toda posible alegría subyace el juego de la fortuna
el juego de la mirada -con su sordera y sus atragantos-
y el peor de todos: el juego de la memoria
yoshio regresa
pero él también es una máscara sin vida reclamando el amor de la loca del abanico,
quien lo despide sin reconocerlo
hanako -cualquiera- moriría si dejara de esperar
hanako (jugando nuevamente con el abanico):
hay que esperar... esperando, esperando... y así termina el día.
jitsuko: tú esperas... yo no espero nada.
[...]
hanako: yo espero... así el día de hoy también termina...
jitsuko (relampagueándole los ojos): ¡oh, maravillosa vida!
telón

todas las citas fueron tomadas de "la mujer del abanico" en "la mujer del abanico y seis piezas del teatro noh moderno", versiones de yukio mishima, buenos aires: la mandrágora, 1959